Page 198 - Hamlet
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doliente, triste, y tan diverso ahora
                   de aquel que fuisteis... Tímida recelo...
                   Mas toda mi aflicción nada os conturbe:
                   que en pecho femenil llega al exceso
                   el temor y el amor. Allí residen
                   en igual proporción ambos afectos,
                   o no existe ninguno, o se combinan
                   este y aquel con el mayor extremo.
                   Cuán grande es el amor que a vos me inclina,
                   las pruebas lo dirán que dadas tengo;
                   pues tal es mi temor. Si un fino amante,
                   sin motivo tal vez, vive temiendo;
                   la que al veros así toda es temores,
                   muy puro amor abrigará en el pecho.
                       CÓMICO l.º.-  Si, yo debo dejarte, amada mía,
                   inevitable es ya: cederán presto
                   a la muerte mis fuerzas fatigadas;
                   tú vivirás, gozando del obsequio
                   y el amor de la tierra. Acaso entonces
                   un digno esposo...
                       CÓMICO 2.º.-      No, dad al silencio
                   esos anuncios. ¿Yo? Pues ¿no serían
                   traición culpable en mí tales afectos?
                   ¿Yo un nuevo esposo? No, la que se entrega
                   al segundo, señor, mató al primero.

                       HAMLET.- Esto es zumo de ajenjos.

                       CÓMICO 2.º.-  Motivos de interés tal vez inducen
                   a renovar los nudos de Himeneo;
                   no motivos de amor: yo causaría
                   segunda muerte a mi difunto dueño
                   cuando del nuevo esposo recibiera
                   en tálamo nupcial amantes besos.
                       CÓMICO l.º.-  No dudaré que el corazón te dicta
                   lo que aseguras hoy: fácil creemos
                   cumplir lo prometido y fácilmente
                   se quebranta y se olvida. Los deseos
                   del hombre a la memoria están sumisos,
                   que nace activa y desfallece presto.
                   Así pende del ramo acerbo el fruto,
                   y así maduro, sin impulso ajeno,
                   se desprende después. Difícilmente
                   nos acordamos de llevar a efecto
                   promesas hechas a nosotros mismos,
                   que al cesar la pasión cesa el empeño.
                   Cuando de la aflicción y la alegría
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