Page 149 - Hamlet
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acciones que un hombre puede fingir... Aquí, aquí dentro tengo lo que es más que
                  apariencia, lo restante no es otra cosa que atavíos y adornos del dolor.

                       CLAUDIO.- Bueno y laudable es que tu corazón pague a un padre esa lúgubre deuda,
                  Hamlet; pero, no debes ignorarlo, tu padre perdió un padre también y aquel perdió el suyo.
                  El que sobrevive, limita la filial obligación de su obsequiosa tristeza a un cierto término;
                  pero continuar en interminable desconsuelo, es una conducta de obstinación impía. Ni es
                  natural en el hombre tan permanente afecto; que anuncia una voluntad rebelde a los
                  decretos de la Providencia, un corazón débil, un alma indócil, un talento limitado y falto de
                  luces. ¿Será bien que el corazón padezca, queriendo neciamente resistir a lo que es y debe
                  ser inevitable, a lo que es tan común como cualquiera de las cosas que más a menudo
                  hieren nuestros sentidos? Este es un delito contra el Cielo, contra la muerte, contra la
                  naturaleza misma; es hacer una injuria absurda a la razón, que nos da en la muerte de
                  nuestros padres la más frecuente de sus lecciones, y que nos está diciendo, desde el primero
                  de los hombres hasta el último que hoy expira: Mortales, ved aquí vuestra irrevocable
                  suerte. Modera, pues, yo te lo ruego, esa inútil tristeza, considera que tienes un padre en mi
                  puesto, que debe ser notorio al mundo que tú eres la persona más inmediata a mi trono y
                  que te amo con el afecto más puro que puede tener a su hijo un padre. Tu resolución de
                  volver a los estudios de Witemberga es la más opuesta a nuestro deseo, y antes bien te
                  pedimos que desistas de ella; permaneciendo aquí, estimado y querido a vista nuestra, como
                  el primero de mis Cortesanos, mi pariente y mi hijo.

                       GERTRUDIS.- Yo te ruego Hamlet, que no vayas a Witemberga; quédate con nosotros.
                  No sean vanas las súplicas de tu madre.

                       HAMLET.- Obedeceros en todo será siempre mi primer conato.

                       CLAUDIO.- Por esa afectuosa y plausible respuesta quiero que seas otro yo en el
                  imperio danés. Venid, señora. La sincera y fiel condescendencia de Hamlet ha llenado de
                  alegría mi corazón. En aplauso de este acontecimiento, no celebrará hoy Dinamarca
                  festivos brindis sin que lo anuncie a las nubes el cañón robusto, y el cielo retumbe muchas
                  veces a las aclamaciones del Rey repitiendo el trueno de la tierra. Venid.






                  Escena V




                  HAMLET solo
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