Page 152 - Hamlet
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pero débiles y casi helados con el miedo, permanecieron mudos sin osar hablarle. Diéronme
parte de este secreto horrible; voyme a la guardia con ellos la tercera noche, y allí encontré
ser cierto cuanto me habían dicho, así en la hora, como en la forma y circunstancias de
aquella aparición. La Sombra volvió en efecto. Yo conocí a vuestro padre, y es tan parecido
a él, como lo son entre sí estas dos manos mías.
HAMLET.- ¿Y en dónde fue eso?
MARCELO.- En la muralla de palacio, donde estábamos de centinela.
HAMLET.- ¿Y no le hablasteis?
HORACIO.- Sí señor, yo le hablé; pero no me dio respuesta alguna. No obstante, una
vez me parece que alzó la cabeza haciendo con ella un movimiento, como si fuese a
hablarme; pero al mismo tiempo se oyó la aguda voz del gallo matutino y al sonido huyó
con presta fuga, desapareciendo de nuestra vista.
HAMLET.- ¡Es cosa bien admirable!
HORACIO.- Y tan cierta como mi propia existencia. Nosotros hemos creído que era
obligación nuestra avisaros de ello, mi venerado Príncipe.
HAMLET.- Sí, amigos, sí... pero esto me llena de turbación. ¿Estáis de centinela esta
noche?
TODOS.- Sí, señor.
HAMLET.- ¿Decís que iba armado?
TODOS.- Sí, señor, armado.
HAMLET.- ¿De la frente al pie?
TODOS.- Sí, señor, de pies a cabeza.
HAMLET.- Luego no le visteis el rostro.
HORACIO.- Le vimos, porque traía la visera alzada.
HAMLET.- ¿Y qué? ¿Parecía que estaba irritado?
HORACIO.- Más anunciaba su semblante el dolor que la ira.
HAMLET.- ¿Pálido o encendido?
HORACIO.- No, muy pálido.