Page 60 - Romeo y Julieta
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ROMEO Y JULIITA
                             WILLIAM SHAKESPEARE

                                                                                                     ESCENA II
               ojos y por su despejada frente, y por sus rojos labios, y sus
               pequeños pies, sus torneadas piernas, sus muslos llenos y por                       Jardín de Capuleto
               lo que entre ellos se esconde, te conjuro a que te aparezcas
               en tu verdadera forma!                                            (Entra Romeo).

               Benvolio: Se enojará, si te oye.                                  Romeo: Quien nunca sintió dolores, se burla del dolor.
               Mercudo: Verás que no. Se enojaría si invocara a un demo­         (JuLieta aparece en La ventana).
               nio en nombre de su dama, para que ella le conjurase. Eso         ¿Qué veo? ¿Luz en la ventana?
               le molestaría; pero no el que le invoque a él en nombre de
               su amada para librarle de su hechizo.                             Es el sol naciente y Julieta es el sol.
               Benvolio: Vámosno. Se habrá ocultado entre esos arbustos          Sal, hermoso sol, y mata a la luna
               para confundirse con la noche. A su ciego amor le conviene        que agoniza ya de envidia porque tú,
               la oscuridad.                                                     su servidora, eres más hermosa que ella.
               Mercucio: Si su amor es ciego, errará sus tiros. Debe estar oculto   No la sirvas más: ella te envidia;
               entre las ramas de algún níspero rogando que su amada sea el       la rúnica que lleva está marchita
               fruto, ese fruto del que las doncellas sólo hablan cuando están    y sólo los necios querrán usarla; ¡arrójala de ti!
               entre ellas. ¡Romeo, buenas noches! Me voy a mi cama: el césped
               está demasiado frío para dormir en él. Bien, ¿nos vamos ya?        ¡Es mi vida! ¡Es mi amada quien está ahí!

               Benvolio: Vamos. ¿Para qué  buscar al que no quiere ser            ¡Oh, si ella supiera que es mi dueña ... !
               encontrado?                                                        Nada me ha dicho ... Pero ¿importa algo?
               (Salen).                                                           Sus ojos hablan; los míos le responden.
                                                                                  ¿Es eso cierto? ¿O no es a mí a quien hablan?
                                                                                  Las dos estrellas nocturnas más hermosas
                                                                                  suplican a sus ojos, antes del alba,
                                                                                  que las reemplace durante su ausencia.
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