Page 24 - Terror en el sexto B - Mayo - 6to Básico
P. 24

nadie  en  el  mundo.  Afuera,  el  equipo  de  barras  repetía  las  mismas  canciones  idiotas  de
            siempre. Odió esas voces de niñas histéricas pero, sobre todo, odió a Natalia. La odió de tanto
            que había soñado con ella, de tanto que la había imaginado junto a él, como un campeón.
               Poco a poco, las graderías se fueron quedando sin gente y el silencio volvió a instalarse en
            la piscina olímpica. La cara larga del entrenador apareció en el camerino y Federico se alistó
            para escuchar su típico sermón:
               —Hiciste un excelente trabajo, Federico. Pero hay que saber perder... Es parte del espíritu
            deportivo.
               Saber perder. Sólo eso le faltaba. ¿Quién podía haberse inventado una frase tan  ridícula?
            ¿Acaso alguien lo sabía?
               Nada  de  eso  dijo.  Sólo  escuchó  mudo,  mientras  rumiaba  sus  pensamientos.  Estaba
            iracundo y quería destrozarlo todo. Fue odioso y terriblemente injusto con sus papás, que se
            acercaron a consolarlo y que, además, no tenían la culpa. No les permitió ni un abrazo, ni
            siquiera una palmadita en el hombro. No quiso verlos ni en pintura.
               Ya se había hecho de noche cuando se animó a salir. Todo estaba en penumbras. Afuera lo
            esperaba una sombra. Era Natalia. Caminaron juntos, arrastrando los pies, a paso de tortuga,
            sin  dirigirse  la  palabra.  No  hacía  falta  llenar  el  silencio  con  palabras.  Los  dos  estaban
            cansados...
               Tardaron  mucho  en  el  camino  de  regreso  a  casa.  El  tiempo  necesario  para  dejar  que  la
            tristeza  saliera  de  paseo.  No  había  prisa.  No  había  que  madrugar  al  otro  día  Federico  se
            merecía un largo descanso, un fin de semana común y corriente. Dormir hasta tarde. Quizá
            un desayuno gigante en la cama y una buena dosis de películas en la televisión, sin mover un
            dedo. Total, ya no tenía que estar en forma. No valía la pena, por ahora.

               Después,  quién  sabe.  El  lunes,  si  acaso,  o  el  martes,  o  el  miércoles,  ir  a  hablar  con  el
            entrenador y mandarlo al diablo. O pensarlo con cabeza fría, ya sin rabia, y seguir con los
            entrenamientos.  Era  una  decisión  muy  difícil.  Sí  señor,  porque  posibilidades  tenía.  Sólo  le
            había faltado un poco de suerte. Unos milímetros de suerte. Y la próxima vez, con Natalia
            haciéndole barra, todo podía ser diferente. Estaba seguro de ganar. Algún día.
   19   20   21   22   23   24   25   26   27   28