Page 68 - Trece Casos Misteriosos
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aspirinas, gotas para la otitis, colirio para los ojos; a          -En el segundo piso hay una oficina en desuso,
            ver, a ver; pastillas de carbón, alcohol.                        cuyo teléfono tiene una doble línea con este, pero
              En ese momento una campanilla anunció que la                   nadie lo ocupa.
            línea telefónica estaba despejada y Silvia anunció:                 -¿Qué hay en esa oficina?
              -Señor Soto, haga el favor de pasar.                             -Muebles viejos y un pequeño baño.
               Soto se puso de pie lentamente y avanzó hacia                   -Entonces está claro, pues, hombre. ¡Alguien
            la oficina de su amigo. Cerró la puerta tras él y se             escuchó tu conversación por  el otro  teléfono!
           encontró con el rostro preocupado de Mancilla que                 -€xclamó Soto--. ¿No escuchaste un clic?
           lo saludaba con su mano extendida.                                  -En realidad, no me di cuenta de ese detalle
              -Soy todo oídos -señaló el inspector, rascán­                  -dijo el abogado, confuso.
            dose con energía el lóbulo de su oreja izquierda.                  -¿Podríamos visitar esa oficina? -pidió el
           Juan Mancilla comenzó su relato:                                  inspector.
              -Esta  mañana  me  llamó  mi  socio,  Raúl                        -Por supuesto.
           Hermosilla. Me dijo que había olvidado su billetera                  Las  cuatro secretarias vieron pasar a  su
           en la que había un cheque abierto por quinientos                  jefe, seguido del orejudo inspector, que inclinó
           mil pesos en el primer cajón de su escritorio. En ese             levemente su cabeza ante ellas. Luego ambos
           momento recibí un llamado de mi señora -que                       subieron por una estrecha escalera, hasta llegar a
           no fue en realidad muy corto- y cuando fui a la                   un pequeño cuarto que parecía abandonado; tal
           oficina de mi socio, el cheque ya no estaba en la                 era el polvo que cubría escritorio y estantes. En el
           billetera.                                                        fondo de la pieza había una puerta que Soto a:brió:
              -¿ Y las secretarias?                                          era el baño. Se volvió hacia su amigo:
              -En ese instante habían partido a almorzar.                      -¿Y el teléfono?-preguntó, mientras buscaba
              -¿Cuánto rato, más o menos, hablaste con tu                    a su alrededor.
           señora?                                                              Mancilla le indicó una pequeña mesita, arrinco­
              -Mínimo un cuarto de hora: había un problema                   nada junto a la ventana. El inspector Soto se acercó
           con uno de nuestros hijos en el colegio ...                       y miró el aparato telefónico, sin tocarlo.
              -¿Quién más puede haber oído la conversación                      -¡Las  huellas digitales!  -gritó Mancilla,
           con tu socio? -Soto ahora rascaba su otra oreja.                  somiente.
              -¡Nadie más!  Es  una línea directa a  mi                         -No te hagas ilusiones, mi amigo. ¿Notas que
           despacho que no pasa por la central telefónica de                 el auricular está limpio, mientras que el resto del
           la secretaria, aunque ... ahora que lo pienso.                    artefacto está lleno de polvo? Estamos ante un
              -¿Sí?                                                          ladrón que sabe lo que hace.


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