Page 67 - Trece Casos Misteriosos
P. 67

No habían transcurrido diez minutos cuando   -refunfuñó Ángela, sobando sus espaldas con
 Soto, de temo gris y corbata de humita, se presenta­  ambas manos.
 ba en la oficina de abogados Mancilla y Hermosilla.   -A ver, ¿qué hay aquí?-dijo Rebeca, abriendo
 -¿El señor Mancilla?-preguntó Soto, cortés.  el cajón de su escritorio-. Recurramos a nuestro
 -¿De parte de quién?-inquirió una secretaria  botiquín de urgencia: ofrezco pomada antiséptica,
 rubia, solícita.   parches curitas, crema humectante para cutis seco,
 -Heliberto Soto.
 -¡Ah, sí! Tome  asiento, por favor.  El señor
 Mancilla está hablando por teléfono. Lo recibirá
 en cinco minutos -la secretaria dio una rápida
 mirada al tablero de la centralita telefónica  ue
 g
 marcaba una luz roja.
 El inspector tomó una revista y se hundió en un
 sillón de cuero. Se sumió en una atenta lectura.
 Una de las secretarias se quejó. Soto, abstraído,
 ni siquiera levantó la cabeza.
 -¿ Qué te pasa, Rebeca? -preguntó una morena
 de moño.
 -¡Otra puntada en el oído! -y la aludida se
 llevó la mano derecha a su oreja.
 -¡Si supieras cómo me duele a mí la cabeza,
 después de la escenita de esta mañana! -comen­
 tó  Silvia, bajando la voz y mirando de reojo al
 inspector.
 -
 -¿Quién tiene  una  aspirina?  s e  oyó  una
 tercera voz.
 -¿Qué  te  duele a  ti, Pamela?  -  p reguntó
 Rebeca.
 -La famosa muela del juicio -respondió esta
 con cara de sufrimiento.
 -Te  cambio  tu  dolor  de  muelas  por  mi
 maltratada columna. ¡Anoche creí que me moría!


 64                                                   65
   62   63   64   65   66   67   68   69   70   71   72