Page 57 - Trece Casos Misteriosos
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-Es por culpa de Roberto -se confió á la caji Doña Sara abrió los ojos. Cerca de la ventana,
ta, luego de levantar su tapa-. Este sobrino mío, una enfermera, con su blanca cofia iluminada por
siempre con sus problemas de dinero que yo no los rayos de la luna, se mantenía en silencio. La
puedo solucionar. Es que Nidia, su mujer, es tan anciana trató de hablar.
exigente. -Shhh, tranquilita -dijo la enfermera en tono
Doña Sara palpó su garganta: le pareció que amable, poniéndose rápidamente de pie para
el dolor ascendía por su cuello y apretaba como encender la luz del velador. Observó el rostro de
una gargantilla. Aunque no eran ni las siete de la la viejita y, luego de humedecer un algodón con
mañana, decidió llamar a la empleada; pero antes agua, lo pasó por esos resecos labios-. La cajita,
de hacerlo volvió a tomar la cajita con manos la cajita ...
temblorosas y susurró: -¿Quiere agüita, señora? -susurró la mujer.
-Mañana seguimos conversando, me siento -La llave.
muy mal y no debo arriesgarme a que sepan de ti. -Tranquila, señora, le voy a dar agüita de la
En respuesta, un ojo resplandeció: en el fondo llave. Doña Sara hizo un enorme esfuerzo y se
de la caja, incrustado en un engarce de oro, un incorporó a medias en la cama.
enorme zafiro lanzó sus destellos azules. -¡Me lo robaron! ¡Lo soñé!
La vieja sintió los pasos de Gladys que subía En ese momento, Roberto abría la puerta de
la escalera. Entonces cerró de un golpe el valioso la pieza:
objeto y lo guardó en el fondo de su velador. En el -¡Tía! ¿Cómo está? -con ara de preocupación.
momento en que iba a echar llave a la cerradura -Robertito, por favor, sé que me robaron el
del cajón, nuevamente un dolor la atenazó. zafiro de la cajita. Necesito que revisen el velador:
Cuando Gladys entró en la pieza, doña Sara, la llave está puesta. Si ha sucedido lo que pienso,
desplomada sobre su almohadón, yacía sin llama a la policía.
sentido. La anciana perdió aliento. Roberto se acercó
A los gritos de la muchacha llegó Petronila, la entonces a su tía:
cocinera, que corrió hacia el lecho. Tocó las manos -Tía, no se agite. ¿Por qué se imagina esas
frías de su patrona e inclinó su cabeza para escuchar cosas?
su respiración: la anciana emitía un débil quejido. -Lo soñé, hijo, lo soñé -la voz de doña Sara
-Llama a la ambulancia -ordenó a la joven era imperceptible.
con voz de mando-. La señora se nos muere. -Pero tía ... -Roberto esbozaba una sonrisa.
Gladys salió corriendo.
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