Page 90 - Quique Hache Detective
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-No lo sé.                                                                    Viernes
                    -¿Y Charo?
                    -Tampoco.
                    -¿Tienes alguna pista?
                    -Creí que el detective  eras  tú.  -Se re-
             costó en un sillón del fondo del dormitorio y                                            17
             bostezó-.  Estoy muriéndome de sueño.
                    -Sí -dije pensando en otra cosa.
                    -Supongo que puedo quedarme a dor-                                Nos  levantamos  temprano  al  otro
             mir aquí en el sofá,  sólo necesito una frazada.                 día. A la Gertru se le había pasado el enojo y
                    Antes de que yo respondiera se acomo­                     decidió recibirme con panqueques para el de­
             dó. Dos minutos después que cerrara los ojos,                    sayuno.  No esperaba que apareciera también
             el gordo León se quedó dormido.                                  el  gordo  León,  pero  después  de  esa  semana
                                                                              cualquier cosa era posible.  Nos sentamos los
                                                                              tres a comer. Los panqueques desaparecieron
                                                                              rápidamente  en  la  boca del gordo.  Mientras
                                                                              desayunábamos pusimos al tanto a la Gertru
                                                                              de los últimos acontecimientos.
                                                                                     Decidimos que antes de avisar a los ca­
                                                                              rabineros del secuestro de Charo,  debía con­
                                                                              versar por última vez con la señora Gallardo
                                                                              de la empresa de buses.  Reconocería ante ella
                                                                              que las cosas se habían  complicado y que no
                                                                              podría cumplir con mi parte, es decir, encon­
                                                                              trar a Cacho Ramírez antes del sábado.
                                                                                     León nos contó,  mientras se terminaba
                                                                              los últimos panqueques, que Charo había averi­
                                                                              guado mi dirección, así él me había encontrado.



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