Page 94 - Quique Hache Detective
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Encontré a mis amigos,  pero no estaban tan                      primera persona que me recibió con una son­
             amistosos:  decían que yo no  era  como  ellos,                  risa. El Hogar era muy bueno, a uno lo trata­
             que  nunca  podría  serlo  porque  tenía  casa  y                ban bien,  sin restricciones.  A veces salíamos
             comida.  Los  seguí  hasta  la  Plaza  de  Armas,                con Charo y otros a recorrer el barrio. Así fue
             adonde estaba un viejo como de ochenta años                      como  conocimos  a  Cacho  Ramírez.  Charo
             que se creía el arcángel Gabriel, el mensajero                   decía que Cacho era uno de los nuestros por­
             de  Dios.  «Hace  años,  siglos,  que  Dios  no                  que también tenía problemas».
             quiere anunciar nada, no me ha llamado. Por                             Después de que León hablara arriba de
             eso duermo aquí, en la plaza. »  Hablaba boni­                   la micro,  nos  quedamos en silencio.  Recorri­
             to y nos llamó «mis querubines». Luego llega­                    mos la Alameda.  Pasamos frente a La Mone­
             mos  por  calle  Moneda  hasta  una  galería                    da  y  a  la  torre  Entel.  Nos  bajamos  en  la
             comercial  antigua  donde  nos  quedamos.                       estación  Los  Héroes.  Caminamos  por  San
             Dormimos en un portal,  apretados unos con                      Martín  hasta  el  terminal  de  buses  de  Inter­
             otros  para  no  sentir frío.  Como a las  cuatro               mar. Desde allí salían buses hacia la costa cada
                                                                                        .
                                                                                .
             de  la  madrugada nos despertaron los carabi­                   qumce mmutos.
             neros  y  carabineras.  Nos  llevaron  a  la  calle                     El gordo me dejó en la puerta del ter­
             donde nos esperaba un bus policial. Mis ami­                    minal.  Regresaría al  Hogar en  Santa Familia
             gos iban felices en el bus, conversando y con­                  para saber si había  novedades con respecto a
             tando chistes porque estaban acostumbrados.                     Charo.  Me  entregó  un  número  de  teléfono.
             A mí, en cambio, era primera vez que me de­                     Nos  estrechamos las  manos  y  sonreímos.  Él
             tenían. Al otro día me fueron a buscar mi pa­                   dijo «gracias»,  con una voz suavecita.  Se fue
             pá  y  mi mamá.  El recorrido  en el  auto  a  la               por la calle con las manos en los bolsillos y la
             casa fue en un silencio de cementerio, ningu­                   melena larga al viento.
             no de los tres dijo una palabra. En la casa am­
             bos se encerraron en un dormitorio a discutir,
             mientras tanto yo encendí el  televisor con el
             volumen  muy  alto.  Una semana después lle­
             gué  al  Isabelita  Astaburuaga.  Charo  fue  la


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