Page 154 - Quique Hache Detective
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»Dos  años  consecutivos  fuimos  cam­                             Cacho la miró con ojos largos y volvió
             peones,  hasta que llegamos a esta última ins­                     a afirmar con la cabeza.
             tancia,  a punto  de  subir  a segunda división.                          -No entiendo nada -dijo León.
             Pero desde hace algunos meses comenzaron a                                -Es hora de denunciar a la señora Ga-
             amenazarme.  Recibí  cartas,  llamadas  telefó­                    llardo. Tienes que hacerlo, Cacho, por la me­
             nicas. Después  de  los  balazos  en  el estadio,                  moria de don Chemo y de mi hermana Leti.
             regresé  aquí  a  San José  y  me  escondí  en  el                 Y si tú eres hijo de don Chemo,  eres respon­
             molino.                                                            sable de dejar su plata en mejores manos.
                    »Una tarde, aburrido, me puse a revisar                            -Creo  que más bien  es hora de ganar
             unos  papeles  de mi mamá. Allí  me encontré                      el campeonato -dije yo-, así ascenderá Ferro
             con esta foto y ahora me parece entender  ...                     a segunda.
                    Cacho no siguió hablando. De su bol­                               Se notaba que Ramírez tenía un cora­
             sillo sacó una foto que le pasó a Charo. Todos                    zón de  jalea,  la cara lo engañaba, era de esos
             nos acercamos a verla.  Se veía a un hombre y                     que  enojados  o  furiosos,  siguen  mostrando
             a una mujer abrazados y el molino atrás. Los                      cara de bondad.
             dos sonreían,  contentos. Después de un mo­                               -¿Qué hora es? -preguntó.
             mento,  reconocí a don Chemo. Pero mucho                                  Faltaban minutos para las cuatro de la
             más joven que en la foto que había visto en la                    tarde.
            sede del Ferro Quilín.                                                     -Tengo que jugar un partido de fútbol
                    -Y esta señora es su mamá,  ¿no? -me­                      en  Santiago  -dijo convencido y  sonrió,  con
             dio dije, medio pregunté, porque estaba segu­                     una sonrisa de colgador de ropa que algún día
             ro de la respuesta.                                               explicaré.
                    Cacho me miró y movió la cabeza afir­
             mativamente.
                    El silencio  entre  los cuatro  era del ta­
             maño de una plaza.
                    Sólo después de un rato, Charo habló:
                    -Eres hijo de don Chemo, ¿no?



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