Page 42 - Alicia en el país de las maravillas

5 crisálida, como le pasará un día, como usted sabe, y luego se
El consejo de una oruga
Durante un rato, Alicia y la oruga se miraron en silencio, has­
ta que, finalmente, la oruga se quitó de los labios la pipa y se
dirigió a la muchacha con voz lánguida y somnolienta:
-lQuién eres tú? -preguntó.
No era una manera muy halagadora de comenzar una
conversación. Alicia respondió, más bien tímidamente:
-Casi ... , casi no lo sé, señora. Hasta el momento ... , al me­
nos, yo sé quién era cuando desperté esta mañana, pero me
parece que he tenido muchos cambios desde entonces.
-lQué has querido decir con eso? -repuso severamen-
te-la oruga-. Explícate.
-Creo que no puedo hacerlo en forma más clara, señora
-repuso Alicia muy amablemente-, porque, para empezar,
yo misma no lo entiendo. Esto de tener tantos tamaños dife­
rentes-en un solo día resulta bastante desconcertante.
-Nada de eso -repuso la oruga.
-Bueno, quizá usted no lo haya encontrado así todavía
-observó Alicia-, pero cuando tenga que convertirse en
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transforme en mariposa, creo que se sentirá un poco rara, lno
le parece?
-En absoluto -contestó la oruga.
-Es posible, también, que tenga usted un modo de sen-
tir diferente -agregó Alicia-. Lo único que sé es que a mí
me parece muy raro.
-iA ti! -dijo altivamente la oruga -. lQuién eres tú?
EsÓ les trajo de nuevo al comienzo de la conversación.
Alicia se sentía un poco irritada con las bruscas observacio­
nes de la oruga, hasta que se resolvió a hablarle muy seria­
mente.
-Estoy por creer que ·es usted quien debe presentarse
primero -dijo.
-lPor qué? -respondió la oruga.
Aquí se presentaba un nuevo enigma, y como Alicia no
pudo pensar en ninguna razón lógica, y la oruga también pa­
recía estar en un estado de ánimo bastante poco agradable,
la muchacha decidió darse media vuelta e irse.
-iVuelve! -gritó la oruga llamándola -. iTengo una
cosa que decirte!
Esto sonaba ciertamente como algo prometedor, así es
que Alicia 'Volvió.
-Serénate -aconsejó la oruga.
-lEso es todo? -preguntó Alicia, tragando su ira lo me-
jor que pudo.
-No -repuso la oruga.
Alicia pensó que lo mejor sería tal vez esperar, tanto más
cuanto ella no tenía otra cosa que hacer, y, después de todo,
tal vez la oruga podía decirle algo que mereciera la pena de
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ser oído. Durante algunos minutos el gusano echó bocanadas
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