Page 41 - Alicia en el país de las maravillas
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tenía la menor idea de cómo realizarlo. Mientras miraba a to ja. -Me encantaría poder enseñarle muchas pruebas, si tu
dos lados, en medio del bosque, sintió un pequeño y agudo viera estatura suficiente", continuó diciendo la muchacha,
ladrido casi encima de su cabeza, lo que hizo que mirara in
mediatamente hacia arriba. siempre pensando en el perrito. "iQué barbaridad, casi me
Un enorme perro faldero la miraba con unos inmensos olvido de que tengo que crecer de nuevo! Veamos, lcómo me
las arreglaré? Me parece que tendré que comer o beber al
ojos cafés, y estiraba suavemente la pata, tratando de alcan guna otra cosa, pero lqué será?"
zarla. Eso era, en efecto, un gran enigma. Alicia miró a su alre
"iPobrecito!", se dijo Alicia, en tono halagador, y trató dedor, observando las flores y las hojas del pasto, pero sin po
de silbarle; pero sentía un gran miedo porque pensaba que der descubrir algo que pareciera ser la cosa indicada para
era posible que el perrito tuviese hambre y que le pareciera comer y para beber en tales circunstancias. Había un gran
muy apetitoso comérsela a ella, a pesar de todos sus mimos. hongo que crecía a su lado y, al mirar debajo y por todos la
Casi sin darse cuenta de lo que hacía, cogió una ramita dos, pensó que sería bueno averiguar también lo que había
seca del suelo y la alargó hasta donde estaba el perrito. Este encima.
inmediatamente dio un salto con las cuatro patas a la vez y Se estiró lo más que pudo en la punta de los pies y atisbó
lanzó un ladrido de felicidad, arrojándose sobre la rama. En por los bordes del hongo. Sus ojos se encontraron inmedia
tonces ella se escondió, porque le parecía, dada la relación tamente con una oruga, la que, sentada muy derecha y con
de tamaños, como si estuviese jugando con un caballo de ti
ro y esperaba que, en cualquier momento, la aplastase bajo los brazos en alto, fumaba tranquilamente una gran pipa
oriental, sin advertir nada d-e Jo que pasaba a su alrededor.
las patas. El perrito no se cansaba de jugar cori la rama, so
bre la que atacaba en diferentes formas; retrocediendo un
trecho y luego dando una carrera, se lanzaba sobre ella, sin
dejar de ladrar un instante; hasta que después, rendido por
el cansancio, se sentó jadeando, mientras dejaba que su len
gua colgara casi entera hacia afuera y sus ojos se entornaran.
Este momento pareció a Alicia una buena oportunidad
para escaparse, así es que echó a correr. Corrió hasta que
quedó rendida y sin aliento. Sin embargo, sentía todavía los
ladridos del perro que se oían cada vez más débiles a la dis
tancia.
"iQué lindo perrito era, a pesar de todo!", se dijo Alicia,
apoyándose contra un ranúnculo y abanicándose con una ho-
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