Page 28 - Papelucho - 3° - Julio
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Javier ya tiene un amigo y ni se acerca a mí. Nos preguntaron la
                  lección y por suerte la contesté bien. Uno se siente muy gallito.

                        En la noche hubo rosca en el dormitorio porque a un chiquillo le
                  metieron unos chocolates reventados en la cama y le robaron el pijama.
                        Él se acostó sin pijama y, cuando se fueron los curas, se levantó en
                  calzoncillos y agarró  a golpes a  Souza, creyendo que era él. Los

                  partidarios de Souza les pegaron a  los partidarios del sin pijama y se
                  armó como una guerra. Hasta que llegó un cura y todos se hicieron los
                  dormidos, pero un poco tarde. Nos castigaron a todos para mañana.
                        Es raro, pero cuando uno está interno no importa que lo castiguen.

                  Uno queda tan poco feliz como antes.
                                                                                              Marzo 17
                        Esta mañana comulgamos y cantaron unos gallos en la misa y me
                  dio casi éxtasis. Era tanto lo  santo que me sentía que hice promesa

                  gratis de no comer chocolate y ni siquiera me acordé que era domingo.
                  Y justo que en la tarde vino a vernos la mamá y nos trajo chocolates.
                        Tuve que probar los chocolates  para que mi mamá viera que no
                  estaba enfermo y entonces tuve que dejar la promesa para cuando se

                  me acabaran.
                        Los chiquillos tienen los papas  y las mamás más raros que los
                  vienen a ver y unas hermana con carteras y pinches en el pelo. Debe
                  ser bien raro tener hermanas. Son tan mironas y se ríen cuando debían

                  estar serias.
                        Fidel Ríos seguía detrás de mí hasta que me dio la rabia y le dije:
                  "¿Sois cola mía, acaso?", y llegó Ríos y me plantó un golpe. De todas
                  maneras, me habría caído sin su bofetada, porque estaba tan a la orilla

                  de la grada del patio, que una mosca me podía hacer caer. Ahora resulta
                  que Ríos se cree un matón y ni se acuerda di que yo le enseñé a pelear.
                                                                                      2 de la mañana
                        Pasó algo tan terrible que es mejor que lo escriba en mi diario

                  porque me gustaría contárselo mi mamá, y se me puede olvidar.
                        Estábamos durmiendo muy tranquilos cuando, de repente,
                  despertamos con un ruido atroz. Es decir, Ríos y yo, porque los demás
                  seguía durmiendo. El cuarto se  iluminaba con una luz refulgente y

                  después entraban unas sombras de fantasmas con olor a azufre. Al poco
                  rato, volvía a oírse el ruido tremendo. Ríos y yo nos metimos en mi



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