Page 126 - Fahrenheit 451
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Las luces iban encendiéndose y las puertas de las casas
abriéndose a todo lo largo de la calle para observar el es
pectáculo que se preparaba. Montag y Beatty miraban, el
uno con seca satisfacción, el otro con incredulidad, la
casa que tenían delante, aquella pista central en la que se
agitarían antorchas y se comería fuego.
-Bueno -dijo Beatty-; ahora lo has conse uido. El
g
viejo Montag quería volar cerca del sol y ahora que se ha
quemado las malditas alas se pregunta por qué. ¿No te
insinué lo suficiente al enviar el Sabueso a merodear por
aquí?
El rostro de Montag estaba totalmente inmóvil e inex
presivo; sintió que su cabeza se volvía hacia la casa conti
gua, bordeada por un colorido macizo de flores.
Beatty lanzó un resoplido.
-¡Oh, no! No te dejarías engañar por la palabrería de
esa pequeña estúpida, ¿eh? Flores, mariposas, hojas,
puestas de sol... ¡Oh, diablo! Aparece todo en su archivo.
Que me ahorquen. He dado en el blanco. Fíjate en el as
per.to enfermizo que tienes. Unas pocas briznas de hierba
y las fases de la luna. ¡ Valiente basura! ¿ Qué pudo ella
conse uir con todo eso?
g
Montag se sentó en el frío parachoques del vehículo,
desplazando la cabeza un par de centímetros a la iz
quierda, un par de centímetros a la derecha, izquierda,
derecha, izquierda, derecha, izquierda ...
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