Page 99 - La Casa de Bernarda Alba
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YERMA

      YERMA:  Y entonces es cuando se le quiere más,  cuando se dice
      ya ¡mi hijo!

      MARÍA: En medio de todo tengo vergüenza.

      YERMA:  ¿Qué ha dicho tu marido?

      MARÍA: Nada.

      YERMA:  ¿Te quiere mucho?

      MARÍA: No me lo dice, pero se pone junto a mí y sus ojos tiemblan
      como dos hojas verdes.

      YERMA:  ¿Sabía él que tú ... ?

      MARÍA: Sí.

      YERMA:  ¿Y por qué lo sabía?

      MARÍA: No sé. Pero la noche que nos casamos me lo decía constan­
      temente con su boca puesta en mi mejilla, tanto que a mí me parece
      que mi niño es un palomo de lumbre que él me deslizó por la oreja.


      YERMA:  ¡Dichosa!

      MARÍA: Pero tú estás más enterada de esto que yo.

      YERMA:  ¿De qué me sirve?

      MARÍA:  ¡Es verdad!  ¿Por qué será eso? De todas las novias de tu
      tiempo tú eres la única ...


      YERMA: Es así. Claro que todavía es tiempo. Elena tardó tres años, y
      otras antiguas, del tiempo de mi madre, mucho más, pero dos años y


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