Page 104 - La Casa de Bernarda Alba
P. 104
FEDERICO GARCíA LORCA
VIEJA: ¡Ah! Enrique el pastor. Lo conocí. Buena gente. Levantarse,
sudar, comer unos panes y morirse. Ni más juego, ni más nada. Las
ferias para otros. Criaturas de silencio. Pude haberme casado con un
tío tuyo. Pero ¡ca! Yo he sido una mujer de faldas en el aire, he ido
flechada a la tajada de melón, a la fiesta, a la torta de azúcar. Muchas
veces me he asomado de madrugada a la puerta creyendo oír música
de bandurrias que iba, que venía, pero era el aire. (Ríe). Te vas a reír
de mí. He tenido dos maridos, catorce hijos, seis murieron y, sin
embargo, no estoy triste y quisiera vivir mucho más. Es lo que
digo yo: las higueras, ¡cuánto duran!; las casas, ¡cuánto duran!; y
sólo nosotras, las endemoniadas mujeres, nos hacemos polvo por
cualquier cosa.
YERMA: Yo quisiera hacerle una pregunta.
VIEJA: ¿A ver? (La mira). Ya sé lo que me vas a decir. De estas
cosas no se puede decir palabra. ( Se levanta).
YERMA: (Deteniéndola). ¿Por qué no? Me ha dado confianza el oírla
hablar. Hace tiempo estoy deseando tener conversación con mujer
vieja. Porque yo quiero enterarme. Sí. Usted me dirá ...
VIEJA: ¿Qué?
YERMA: Lo que usted sabe. (Bajando la voz). ¿Por qué estoy yo
seca? ¿Me he de quedar en plena vida para cuidar aves o poner
cortinitas planchadas en mi ventanillo? No. Usted me ha de decir
lo que tengo que hacer, que yo haré lo que sea, aunque me mande
clavarme agujas en el sitio más débil de mis ojos.
VIEJA: ¿Yo? Yo no sé nada. Yo me he puesto boca arriba y he
comenzado a cantar. Los hijos llegan como el agua. ¡Ay! ¿Quién
puede decir que este cuerpo que tienes no es hermoso? Pisas y al
fondo de la calle relincha el caballo. ¡Ay! Déjame, muchacha, no
me hagas hablar. Pienso muchas ideas que no quiero decir.
104