Page 94 - La Casa de Bernarda Alba
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FEDERICO GARCÍA LORCA


         YERMA:  Trabajas mucho y no  tienes tú cuerpo para resistir los
         trabajos.
         JUAN:  Cuando los hombres se quedan enjutos se ponen fuertes
         como el acero.

         YERMA: Pero tú no. Cuando nos casamos eras otro. Ahora tienes
         la cara blanca como si no te diera en ella el sol. A mí me gustaría
         que fueras al río y nadaras, y que te subieras al tejado cuando la
         lluvia cala nuestra vivienda. Veinticuatro meses llevamos casados
         y tú cada vez más triste, más enjuto, como si crecieras al revés.

         JUAN: ¿Has acabado?

         YERMA: (Levantándose). No lo tomes a mal. Si yo estuviera enferma
         me gustaría que tú me cuidases. "Mi mujer está enferma: voy a
         matar este cordero para hacerle un buen guiso de carne. Mi mujer
         está enferma: voy a guardar esta enjundia de gallina para aliviar
         su pecho; voy a llevarle esta piel de oveja para guardar sus pies de
         la nieve". Así soy yo. Por eso te cuido.

         JUAN: Y yo te lo agradezco.

         YERMA: Pero no te dejas cuidar.

         JUAN:  Es que no tengo nada. Todas esas cosas son suposiciones
         tuyas. Trabajo mucho. Cada año seré más viejo.

         YERMA: Cada año ... Tú y yo seguiremos aquí cada año ...

         JUAN:  (Sonriente). Naturalmente. Y bien sosegados. Las cosas de
         la labor van bien, no tenemos hijos que gasten.

         YERMA: No tenemos hijos ... ¡Juan!


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