Page 19 - La Casa de Bernarda Alba
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LA CASA DE BERNARDA ALBA


       MENDIGA: (Fuerte y con cierta irritación).  ¡Alabado sea Dios!

       CRIADA: (Irritada). ¡Por siempre!

      MENDIGA: Vengo por las sobras. (Cesan las campanas).


       CRIADA: Por la puerta se va a la calle. Las sobras de hoy son para mí.

       MENDIGA: Mujer, tú tienes quien te gane.  ¡Mi niña  y yo estamos
       solas!


       CRIADA: También están solos los perros y viven.

      MENDIGA: Siempre me las dan.

       CRIADA: Fuera de aquí. ¿Quién os dijo que entraseis? Ya me habéis
       dejado los pies señalados. (Se van). (Limpia). Suelos barnizados con
       aceite,  alacenas, pedestales, camas de acero,  para  que traguemos
       quina las que vivimos en las chozas de tierra con un plato  y una
       cuchara. Ojalá que un día no quedáramos ni uno para contarlo.
       (Vuelven a sonar las campanas). Sí, sí,  ¡vengan clamores!  ¡Venga
       caja con filos dorados y toalla para llevarla!  ¡Qué lo mismo estarás
       tú que estaré yo!  Fastídiate, Antonio María Benavides, tieso con
       tu traje de paño y tus botas enterizas. ¡Fastídiate! ¡Ya no volverás"a
       levantarme las enaguas detrás de la puerta de tu corral! (Por el fondo,
       de dos en dos empiezan a entrar mujeres de luto, con pañuelos grandes,
      faldas y abanicos negros. Entran lentamente hasta llenar la escena). (La
       Criada rompiendo a gritar). ¡Ay, Antonio María Benavides, que ya
       no verás estas paredes ni comerás el pan de esta casa! Yo fui la que
       más te quiso de las que te sirvieron. (Tirándose del cabello). ¿ Y he de
       vivir yo después de haberte marchado? ¿Y he de vivir?

            Terminan  de entrar las  doscientas  mujeres y  aparece
            Bernarda y sus cinco hijas.

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