Page 70 - Historias de Cronopios y Famas
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recordaba particularmente la <),Cción de seccionar un bif vez por el tubo y luego de una graciosa voluta se disper
tec. El miércoles preferí (con cierto embarazo) algo más saba en barrocos resultados. Más tarde (yo estaba en otra
fundamental, y elegí los botones. ¡Oh espectáculo! El oficina) encontré un pretexto para volver a visitar la
aire de la galería lleno de cardúmenes de ojos opacos que naranja, el té y el humo. Pero el humo había desapareci
se desplazaban horizontalmente, mientras a los lados-de do, y en vez de la naranja y el té había dos desagradables
cada pequeño batallón horizontal se balanceaban pendu tubos retorcidos. Hasta la abstracción tiene su lado
larmente dos, tres o cuatro botones. En el ascensor la penoso; saludé a los tubos y me volví a mi despacho. Mi
saturación era indescriptible: centenares de botones secretaria lloraba, leyendo el decreto por el cual me
inmóviles, o moviéndose apenas, en un asombroso cubo dejaban cesante. Para consolarme decidí abstraer sus
cristalográfico. Recuerdo especialmente una ventana lágrimas, y por un rato me deleité con esas diminutas
(era por la tarde) contra el cielo azul. Ocho botones fuentes cristalinas que nacían en el aire y se aplastaban
rojos dibujaban una delicada vertical, y aquí y allá se en los biblioratos, el secante y el boletín ofü;ial. La vida
movían suavemente unos pequeños discos nacarados y está llena de hermosuras así.
secretos. Esa mujer debía ser tan hermosa.
El miércoles era de ceniza, día en que los procesos
digestivos me parecieron ilustración adecuada a la cir
cunstancia, por lo cual a las nueve y media fui mohíno
espectador de la llegada de centenares de bolsas llenas de
una papilla grisácea, resultante de la mezcla de corn-fla
kes, café con leche y medialunas. En la cantina vi cómo
una naranja se dividía en prolijos gajos, que en un
momento dado perdían su forma y bajaban uno tras otro
hasta formar a cierta altura un depósito blanquecino. En
ese estado la naranja recorrió el pasillo, bajó cuatro pisos
y luego de entrar en una oficina, fue a inmovilizarse en
un punto situado entre los dos brazos de un sillón. Algo
más lejos se veían en análogo reposo un cuarto de litro
de té cargado. Como curioso paréntesis (mi facultad de
abstracción suele ejercerse arbitrariamente) podía ver
además una bocanada de humo que se entubaba vertical
mente, se dividía en dos translúcidas vejigas, subía otra
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