Page 17 - Las Chicas de alambre
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mi nueva amiga. Le abrí la puerta.
               Se metió casi de cabeza en el coche.

               Después cerró la puerta y agitó el cabello, para sacarse el agua de encima. Lo tenía muy
               negro, ensortijado, largo hasta la altura de los hombros. Sus ojos también eran negros, y
               su labios, generosos, anchos. Tendría unos diecinueve años, veinte a lo sumo. Pero eso
               era ahora que la veía de cerca. De lejos, o maquillada, podía aparentar la edad que
               quisiera, treinta incluso. Y ya la había visto sin ropa, así que sabía que era sugestiva.
               —Gracias —suspiró, una vez recompuesta su imagen.

               —¿Cómo te llamas?
               —Sofía.
               —Sofía qué más.
               —Sólo Sofía.

               Como Vania. Sólo Vania. O Cyrille.
               —Yo me llamo Jon Boix.
               —¿John? —lo anglosajonizó.
               —No. Jon. Jota-o-ene. De Jonatan.

               Apareció un coche por detrás y me hizo señales con las luces, así que arranqué de nuevo
               dirigiéndome a mi destino como chófer suyo. Nada más salir a la avenida, nos metimos
               en medio del mogollón del tráfico.

               —¡Maldita sea! —rezongó la modelo—. ¡Como no llegue antes de quince minutos!
               —Llegarás.
               Tenía que cumplir mi palabra, así que me esmeré en la conducción. De todas formas,
               tuve suerte. En primer lugar, paró de llover a los cinco minutos, casi de golpe. En
               segundo lugar, acerté al desviarme en busca de un camino más largo pero también menos
               conflictivo.
               —¿Qué clase de coche es éste? —preguntó, mirando mi dos-plazas con admiración.
               —Un Triumph. Es un clásico.
               —Ya, ya —su tono era evaluador—. Prefiero las motos, pero reconozco que no está mal.

               —Tengo también una Harley.
               Eso fue definitivo.
               —Oye, ¿qué haces en Zonas Interiores?
               —Reportajes y fotografías.

               —¿Freelance?
               —No, estoy fijo.
               Tenía ganas de preguntarle cuánto tiempo hacía que se dedicaba a posar, pero me
               abstuve. Su edad real no se correspondía con la anímica. Daba la impresión de estar muy
               curtida, de ser muy adulta, o también de haberlo pasado mal. A los diecinueve o veinte
               años, muchas eran veteranas en un negocio que cada vez las exigía más jóvenes y las
               quemaba antes. Si no recordaba mal, las últimas ganadoras del concurso Élite Premier
               Look, certamen anual de nuevos rostros de la agencia Élite, una de las más importantes
               de Francia, tenían quince años: Yfke Sturm, Emma Blockstage, Sandra Wagner... A
               veces yo alucinaba. ¿Cómo se escogía a la mejor entre cien chicas verdaderamente
               excepcionales, bellísimas, llegadas de todo el mundo? ¿Por qué la afortunada vencía y se


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