Page 152 - Narraciones extraordinarias
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Examiné pues la calavera con toda meticulosidad, ad -Algo por el estilo. El hecho es que me sentí
virtiendo que los contornos más próximos al borde del irresistiblemente impresionado por el presentimiento de
pergamino eran más claros que los otros, por lo que supu una fortuna inminente. No podría decir por qué. Sin em
se que la acción del calor había sido desigual. Enseguida bargo, la absurda opinión de Júpiter sobre el escarabajo de
prendí el fuego y sometí todas las partes del pergamino al oro macizo había avivado notablemente mi imaginación.
calor ardiente; en un principio sólo se reforzaron las débi Y después de todo, ¿no era verdaderamente extraordinaria
les líneas de la calavera, pero, insistiendo en el ensayo, se aquella sucesión de accidentes y coincidencias? ¿Se da
hizo visible en la esquina diagonalmente opuesta a aquella cuenta usted de que no ha habido más que un día de frío
donde estaba el cráneo, una figura que supuse era una ca que nos obligase a prender el fuego: sin ese fuego, o sin la
bra. No obstante, un examen más atento, me convenció de intervención del perro en ese preciso momento, no habría
que habían intentado representar un cabrito. visto la calavera y nunca hubiera poseído este tesoro?
-¡Ja, ja! -exclamé-. No tengo, sin duda, derecho a -Por favor, continúe ... Me consume la impaciencia.
burlarme de usted (un millón y medio de dólares es algo -Bien; usted habrá oído hablar de muchas historias
muy serio para tomarlo a broma). Pero debe confesar que que corren acerca de tesoros enterrados en algún lugar de
no existe ninguna relación entre los piratas y una cabra, la costa del Atlántico por Kidd y sus compañeros. ¡La le
eso es cosa de granjeros. yenda era cierta! Kidd debía haber escondido su tesoro en
-Pero si acabo de decirle que la figura no era la de una nlguna parte, y no lo habría podido encontrar, pues la pér
cabra. dida de la nota que indicaba el lugar preciso se lo impedía.
-Bueno; pero un cabrito me parece la misma cosa. Seguramente los compañeros que le ayudaban, extendie
-Casi, pero no del todo -dijo Legrand-. Debe usted ron el rumor universal de un tesoro perdido. ¿Ha oído us
haber oído hablar de un tal pirata Kidd, y como kidd signi t ·d hablar de algún tesoro importante que haya sido desen
fica cabrito, consideré la figura de ese animal como una lnrado a lo largo de la costa?
especie de firma simbólica. De esta forma, la calavera en -Nunca.
la esquina diagonal opuesta podía ser la estampilla, y el -Pues es muy sabido que Kidd acumulaba inmensas
cabrito, la firma. Pero me hallé dolorosamente desconcer , iq uczas. Suponía yo que la tierra las seguía ocultando ava
tado ante la total ausencia de texto. r:1 rncnte; y guardaba grandes esperanzas de que este per
-Supongo que esperaba usted encontrar una carta en ¡•,:irnino, encontrado de un modo tan extraño, me diera la
tre el sello y la firma. 111dicación precisa del lugar en que se encontraba el fas-
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