Page 10 - Narraciones extraordinarias
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pasaba con mis animalitos, y nunca me consideraba tan feliz taciturno, más irritable, más indiferente a los sentimientos
como cuando les daba de comer o los acariciaba. Con los años ajenos. Llegué a emplear, con mi mujer, un lenguaje brutal,
aumentó esta particularidad de mi carácter, y cuando fui hom y, corriendo el tiempo, la afligí incluso con violencias perso
bre hice de ella una de mis principales fuentes de alegría. nales. Por cierto, los pobres animales notaron el cambio que
Aquellos que han profesado afecto a un perro fiel, no nece se había producido en mí. No solamente no les hacía el me
sitarán explicaciones de la naturaleza o intensidad del bienes nor caso, sino que los maltrataba. Plutón era el único que me
tar que eso puede producir. En el amor desinteresado de un despertaba aún suficiente consideración como para no gol
animal, en el sacrificio de sí mismo, hay algo que llega direc pearlo. Por el contrario, no sentía ningún escrúpulo en casti
tamente al corazón del que frecuentemente ha comprobado gar a los conejos y al mono, y hasta al perro, cuando, por
la amistad mezquina, y la frágil fidelidad del hombre. casualidad o afecto, se cruzaban en mi camino. La maldad iba
Me casé joven, y tuve la suerte de hallar en mi esposa una apoderándose de mí cada vez más, como consecuencia de mis
disposición semejante a la mía. Habiéndose dado cuenta de excesos alcohólicos. Y, andando el tiempo, el propio Plutón,
mi afecto por esas criaturas, no perdió ocasión para regalar que envejecía y, naturalmente, se ponía un tanto huraño,
me ejemplares de diversas especies, y tuvimos pájaros, un pez principió a conocer los efectos de mi perversidad.
de C lor de oro, un magnífico perro, conejos, un mono pe Una noche, al regresar a casa, completamente ebrio, de
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queno, y ... un gato. vuelta de uno de mis frecuentes escondrijos del barrio, me pa
Este último animal era muy fuerte y hermoso, completa reció que el gato evitaba mi presencia. Lo cogí violentamen
mente negro, y de una sagacidad maravillosa. Mi mujer, que te, y él, asustado, me mordió la mano, ocasionándome una
en el fondo era algo supersticiosa, comentando su inteligen leve herida. Recuerdo que entonces se apoderó repentina
cia aludía a la antigua creencia popular que consideraba a los mente de mí un furor demoníaco. En aquel instante dejé de
gatos negros como brujas disimuladas. Esto no significa que conocerme. Podría decirse que, de pronto, mi alma había
hablara totalmente en se,io sobre este particular, y lo consig abandonado mi cuerpo, y una ruindad superdemoníaca se
no sólo por que lo recuerdo. filtró en cada una de las fibras de mi ser. Del bolsillo de mi
, Plutón, así se llamaba el gato, era mi amigo predilecto. chaleco saqué un cortaplumas, lo abrí, atrapé al pobre animal
Unicamente yo le daba de comer, y siempre me seguía por la por la garganta y, deliberadamente, le vacié un ojo. Me estre
casa, e incluso me costaba trabajo impedirle que me siguiera mezco de vergüenza al evocar esta abominable atrocidad.
por las calles. Cuando, al amanecer, recuperé la razón, y se me disipa
Nuestra amistad subsistió algunos años. Años durante los ron los vapores alcohólicos, me sentí abrumado por una sen
cuales, mi carácter y mi temperamento, debo confesarlo, su sación mitad de horror y mitad de remordimiento por el
frieron una alteración funesta y radical. La causa fue el de crimen que había cometido. Pero no fue más que un senti
monio de la intemperancia. De día en día me volví más miento confuso, y volví a sumirme en los excesos, ahogando
en el ginebra todos los recuerdos de mi siniestra acción.
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