Page 95 - Hamlet
P. 95

HAMLET.- Cuantos accidentes ocurren, todos me acusan, excitando a la venganza mi
                  adormecido aliento. ¿Qué es el hombre que funda su mayor felicidad, y emplea todo su
                  tiempo solo en dormir y alimentarse? Es un bruto y no más. No. Aquél que nos formó
                  dotados de tan extenso conocimiento que con él podemos ver lo pasado y futuro, no nos dio
                  ciertamente esta facultad, esta razón divina, para que estuviera en nosotros sin uso y torpe.
                  Sea, pues, brutal negligencia, sea tímido escrúpulo que no se atreve a penetrar los casos
                  venideros (proceder en que hay más parte de cobardía que de prudencia), yo no sé para qué
                  existo, diciendo siempre: tal cosa debo hacer; puesto que hay en mí suficiente razón,
                  voluntad, fuerza y medios para ejecutarla. Por todas partes halló ejemplos grandes que me
                  estimulan. Prueba es bastante ese fuerte y numeroso ejército, conducido por un Príncipe
                  joven y delicado, cuyo espíritu impelido de ambición generosa desprecia la incertidumbre
                  de los sucesos, y expone su existencia frágil y mortal a los golpes de la fortuna a la muerte,
                  a los peligros más terribles, y todo por un objeto de tan leve interés. El ser grande no
                  consiste, por cierto, en obrar sólo cuando ocurre un gran motivo; sino en saber hallar una
                  razón plausible de contienda, aunque sea pequeña la causa; cuando se trata de adquirir
                  honor. ¿Cómo, pues, permanezco yo en ocio indigno, muerto mi padre alevosamente, mi
                  madre envilecida... estímulos capaces de excitar mi razón y mi ardimiento, que yacen
                  dormidos? Mientras para vergüenza mía veo la destrucción inmediata de veinte mil
                  hombres, que por un capricho, por una estéril gloria van al sepulcro como a sus lechos,
                  combatiendo por una causa que la multitud es incapaz de comprender, por un terreno que
                  aún no es suficiente sepultura a tantos cadáveres. ¡Oh! De hoy más, o no existirá en mi
                  fantasía idea ninguna, o cuántas forme serán sangrientas.






                  Escena XI




                  GERTRUDIS, HORACIO




                  Galería de Palacio.




                       GERTRUDIS.- No, no quiero hablarla.
   90   91   92   93   94   95   96   97   98   99   100