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todas ellas no serán suficientes a expresar la importancia del caso. Esos buenos hombres te
                  conducirán hasta aquí. Guillermo y Ricardo siguieron su camino a Inglaterra. Mucho tengo
                  que decirte de ellos. Adiós. Tuyo siempre, Hamlet. Vamos. Yo os introduciré para que
                  presentéis esas cartas. Conviene hacerlo pronto, a fin de que me llevéis después a donde
                  queda el que os las entregó.






                  Escena XXI




                  CLAUDIO, LAERTES




                  Gabinete del Rey.

                       CLAUDIO.- Sin duda tu rectitud aprobará ya mi descargo y me darás lugar en el
                  corazón como a tu amigo; después que has oído, con pruebas evidentes, que el matador de
                  tu noble padre, conspiraba contra mi vida.

                       LAERTES.- Claramente se manifiesta... Pero, decidme ¿por qué no procedéis contra
                  excesos tan graves y culpables? Cuando vuestra prudencia, vuestra grandeza, vuestra propia
                  seguridad, todas las consideraciones juntas deberían excitaros tan particularmente a
                  reprimirlos.

                       CLAUDIO.- Por dos razones, que aunque tal vez las juzgarás débiles; para mí han sido
                  muy poderosas. Una es, que la Reina su madre vive pendiente casi de sus miradas, y al
                  mismo tiempo (sea desgracia o felicidad mía) tan estrechamente unió el amor mi vida y mi
                  alma a la de mi esposa, que así como los astros no se mueven sino dentro de su propia
                  esfera, así en mí no hay movimiento alguno que no dependa de su voluntad. La otra razón
                  por que no puedo proceder contra el agresor públicamente es el grande cariño que le tiene
                  el pueblo, el cual, como la fuente cuyas aguas mudan los troncos en piedras, bañando en su
                  afecto las faltas del Príncipe, convierte en gracias todos sus yerros. Mis flechas no pueden
                  con tal violencia dispararse, que resistan a huracán tan fuerte; y sin tocar el punto a que las
                  dirija, se volverán otra vez al arco.

                       LAERTES.- Seguiré en todo vuestras ideas, y mucho más si disponéis que yo sea el
                  instrumento que las ejecute.
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