Page 178 - Hamlet
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RICARDO.- Me reí al considerar, puesto que los hombres no os deleitan, qué comidas
                  de Cuaresma daréis a los cómicos que hemos hallado en el camino, y están ahí deseando
                  emplearse en servicio vuestro.

                       HAMLET.- El que hace de Rey sea muy bien venido, Su Majestad recibirá mis
                  obsequios como es de razón, el arrojado caballero sacará a lucir su espada y su broquel, el
                  enamorado no suspirará de balde, el que hace de loco acabará su papel en paz, el patán dará
                  aquellas risotadas con que sacude los pulmones áridos, y la dama expresará libremente su
                  pasión o las interrupciones del verso hablarán por ella. Y ¿qué cómicos son?

                       RICARDO.- Los que más os agradan regularmente. La compañía trágica de nuestra
                  ciudad.

                       HAMLET.- ¿Y por qué andan vagando así? ¿No les sería mejor para su reputación y sus
                  intereses establecerse en alguna parte?

                       RICARDO.- Creo que los últimos reglamentos se lo prohíben.

                       HAMLET.- ¿Son hoy tan bien recibidos como cuando yo estuve en la ciudad? ¿Acude
                  siempre el mismo concurso?

                       RICARDO.- No, señor, no por cierto.

                       HAMLET.- ¿Y en qué consiste? ¿Se han echado a perder?

                       RICARDO.- No, señor. Ellos han procurado seguir siempre su acostumbrado método;
                  pero hay aquí una cría de chiquillos, vencejos chillones, que gritando en la declamación
                  fuera de propósito, son por esto mismo palmoteados hasta el exceso. Esta es la diversión
                  del día, y tanto han denigrado los espectáculos ordinarios (como ellos los llaman) que
                  muchos caballeros de espada en cinta, atemorizados de las plumas de ganso de este teatro,
                  rara vez se atreven a poner el pie en los otros.

                       HAMLET.- ¡Oiga! ¿Conque sin muchachos? ¿Y quién los sostiene? ¿Qué sueldo les
                  dan? ¿Abandonarán el ejercicio cuando pierdan la voz para cantar? Y cuando tengan que
                  hacerse cómicos ordinarios, como parece verosímil por su edad si carecen de otros medios,
                  ¿no dirán entonces que sus compositores los han perjudicado, haciéndoles declamar contra
                  la profesión misma que han tenido que abrazar después?

                       RICARDO.- Lo cierto es que han ocurrido ya muchos disgustos por ambas partes, y la
                  nación ve sin escrúpulo continuarse la discordia entre ellos. Ha habido tiempo en que el
                  dinero de las piezas no se cobraba, hasta que el poeta y el cómico reñían y se hartaban de
                  bofetones.

                       HAMLET.- ¿Es posible?

                       GUILLERMO.- ¡Oh! Sí lo es, como que ha habido ya muchas cabezas rotas.
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