Page 176 - Hamlet
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HAMLET.- Pues allí en lo más oculto... ¡Ah! Decís bien, ella es una prostituta... ¿Qué
                  hay de nuevo?

                       RICARDO.- Nada, sino que ya los hombres van siendo buenos.

                       HAMLET.- Señal que el día del juicio va a venir pronto. Pero vuestras noticias no son
                  ciertas... Permitid que os pregunte más particularmente. ¿Por qué delitos os ha traído aquí
                  vuestra mala suerte, a vivir en prisión?

                       GUILLERMO.- ¿En prisión decís?

                       HAMLET.- Sí, Dinamarca es una cárcel.

                       RICARDO.- También el mundo lo será.

                       HAMLET.- Y muy grande: con muchas guardas, encierros y calabozos, y Dinamarca es
                  uno de los peores.

                       RICARDO.- Nosotros no éramos de esa opinión.

                       RICARDO.- Para vosotros podrá no serlo, porque nada hay bueno ni malo, sino en
                  fuerza de nuestra fantasía. Para mí es una verdadera cárcel.

                       RICARDO.- Será vuestra ambición la que os le figura tal, la grandeza de vuestro ánimo
                  le hallará estrecho.

                       HAMLET.- ¡Oh! ¡Dios mío! Yo pudiera estar encerrado en la cáscara de una nuez y
                  creerme soberano de un estado inmenso... Pero, estos sueños terribles me hacen infeliz.

                       RICARDO.- Todos esos sueños son ambición, y todo cuanto al ambicioso le agita no es
                  más que la sombra de un sueño.

                       HAMLET.- El sueño, en sí, no es más que una sombra.

                       RICARDO.- Ciertamente, y yo considero la ambición por tan ligera y vana, que me
                  parece la sombra de una sombra.

                       HAMLET.- De donde resulta, que los mendigos son cuerpos y los monarcas y héroes
                  agigantados, sombras de los mendigos... Iremos un rato a la corte, señores; porque, a la
                  verdad, no tengo la cabeza para discurrir.

                       LOS DOS.- Os iremos sirviendo.

                       HAMLET.- ¡Oh! No se trata de eso. No os quiero confundir con mis criados que, a fe de
                  hombre de bien, me sirven indignamente. Pero, decidme por nuestra amistad antigua, ¿qué
                  hacéis en Elsingor?
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