Page 125 - Hamlet
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HAMLET.- No, yo pienso que no. Desde que él partió para Francia, no he cesado de
                  ejercitarme, y creo que le llevaré ventaja... Pero... No podrás imaginarte que angustia
                  siento, aquí en el corazón. Y ¿sobre qué?.. No hay motivo.

                       HORACIO.- Con todo eso, señor...

                       HAMLET.- ¡Ilusiones vanas! Especie de presentimientos, capaces sólo de turbar un
                  alma femenil.

                       HORACIO.- Si sentís interiormente alguna repugnancia, no hay para que empeñaros.
                  Yo me adelantaré a encontrarlos, y les diré que estáis indispuesto.

                       HAMLET.- No, no... Me burlo yo de tales presagios. Hasta en la muerte de un pajarillo
                  interviene una providencia irresistible. Si mi hora es llegada, no hay que esperarla, si no ha
                  de venir ya, señal que es ahora, y si ahora no fuese, habrá de ser después: todo consiste en
                  hallarse prevenido para cuando venga. Si el hombre, al terminar su vida, ignora siempre lo
                  que podría ocurrir después, ¿qué importa que la pierda tarde o presto? Sepa morir.






                  Escena IX




                  HAMLET, HORACIO, CLAUDIO, GERTRUDIS, LAERTES, ENRIQUE, Caballeros,
                  Damas y acompañamiento.




                       CLAUDIO.- Ven, Hamlet, ven, y recibe esta mano que te presento.

                       HAMLET.- Laertes, si estáis ofendido de mí, os pido perdón. Perdonadme como
                  caballero. Cuantos se hallan presentes saben, y aun vos mismo lo habréis oído, el desorden
                  que mi razón padece. Cuanto haya hecho insultando la ternura de vuestro corazón, vuestra
                  nobleza, o vuestro honor, cualquiera acción en fin, capaz de irritaros; declaro
                  solemnemente en este lugar que ha sido efecto de mi locura. ¿Puede Hamlet haber ofendido
                  a Laertes? No, Hamlet no ha sido, porque estaba fuera de sí, y si en tal ocasión (en que él a
                  sí propio se desconocía) ofendió a Laertes, no fue Hamlet el agresor, porque Hamlet lo
                  desaprueba y lo desmiente. ¿Pues quién pudo ser? Su demencia sola... Siendo esto así, el
                  desdichado Hamlet es partidario del ofendido, al paso que en su propia locura reconoce su
                  mayor contrario. Permitid, pues, que delante de esta asamblea me justifique de toda
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