Page 7 - Terror en el sexto B - Mayo - 6to Básico
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Cuando me concentro bien, puedo oír su voz y sus palabras enredando el español. Yo le
            enseñé a decir camarón con chipichipi, chévere, zapote y otras cosas que no puedo repetir.
            Ella me enseñó a besar. Fuimos al muelle y me preguntó si había besado a alguien, cómo en
            las películas. Yo le dije que sí, para no quedar como un inmaduro, pero no tenía ni idea y las
            piernas me temblaban y me puse del color de este papel.
               Ella tomó la iniciativa. Me besó. No fue tan difícil como yo creía. Además fue tan rápido
            que no tuve tiempo de pensar "qué hago", como pasa en el cine, eon esos besos larguísimos.
            Pero  fue  suficiente  para  no  olvidarla  nunca.  Nunca  jamás,  así  me  pasen  muchas  cosas  de
            ahora en adelante.
               Casi no pudimos estar solos Frida y yo. Siempre estaban mis primas por ahí, con sus risitas
            y sus secretos, molestando a "los novios". Sólo el último día, para la despedida, nos dejaron en
            paz. Tuvimos tiempo de comer raspados y de caminar a la orilla del mar, tomados de la mano
            y sin decir ni una palabra, para que la voz no nos temblara.
               Un negrito pasó por la playa vendiendo anillos de carey y compramos uno para cada uno.
            Alcanzamos  a  hacer  un  trato:  no  quitamos  los  anillos  hasta  el  día  en  que  volvamos  a
            encontrarnos. Después aparecieron otra vez  las primas y  ya  no  se  volvieron a ir. Nos tocó
            decirnos adiós, como si apenas fuéramos conocidos, para no ir a llorar ahí, delante de todo el
            mundo.
               Ahora está muy lejos. En "esto es el colmo de lo lejos", ¡en Suecia! y yo ni siquiera puedo
            imaginarla allá porque no conozco ni su cuarto ni su casa ni su horario. Seguro está dormida
            mientras yo escribo aquí, esta composición.
               Para mí la vida se divide en dos: antes y después de Frida. No sé cómo pude vivir estos
            once años de mi vida sin ella. No sé cómo hacer para vivir de ahora en adelante. No existe

            nadie  mejor  para  mí.  Paso  revista,  una  por  una,  a  todas  las  niñas  de  mi  clase  (¿las  habrá
            besado alguien?)
               Anoche me dormí llorando y debí llorar en sueños porque la almohada amaneció mojada.
            Esto de enamorarse es muy duro..."
               Levanto la cabeza del cuaderno y me encuentro con los ojos del profesor clavados en los
            míos.
               —A- ver, Santiago. Léanos en voz alta lo que escribió tan concentrado.
               Y yo empiezo a leer, con una voz automática, la misma composición de todos los años:
               "En mis vacaciones no hice nada especial. No salí a ninguna parte, me quedé en la casa,
            ordené el cuarto, jugué fútbol, leí muchos libros, monté en bicicleta, etcétera, etcétera".
               El profesor me mira con una mirada lejana, incrédula, distraída. ¿Será que él también se
            enamoró en estas vacaciones?
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