Page 96 - Trece Casos Misteriosos
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y en su magnífico arquero, el Canguro Esteban. Este                   Luego de la lectura, un coro de voces se alzó
         arquero no solo era ágil en la atajada y en los saltos,            indignado:
         sino que calculaba siempre el ángulo exacto en que                    -¡Esto es obra de los Mastodontes! ¡Solo ellos
         debería colocarse para recibir el balón. Una cosa                  escribirían doce con s!
         lo distraía del fútbol: el estudio. Esteban era el pri­               -¡Finalmente nos tienen miedo!
         mero del curso y tan bueno en las letras como en                      -¿Dónde lo tendrán escondido?
         las matemáticas.                                                      -¡No podrá entrenar!
            El viernes a las seis de la tarde sucedió algo                     -¡Ni jugar el domingo!
         fuera de lo común: Esteban no asistió al entrena­                     -En ese caso, llamaremos a la policía.
         miento. Sus compañeros se quedaron esperando                          La voz del capitán los interrumpió:
         en el campo de juego sin que la alta figura del                       -Hay que ir con calma. Esperemos el segundo
         Canguro apareciera. Dado  que el arquero era                       mensaje y, antes de hacer esto público, tratemos
         siempre tan responsable, el resto del equipo in­                   de vencerlos con nuestra astucia.
         tuyó que algo grave pasaba. Lo fueron a buscar                        -Hagamos un último intento de búsqueda
         a su casa; recorrieron el barrio, llegaron donde la                por el pueblo -dijo el zaguero central.
         abuelita; revisaron el colegio, y hasta investigaron                  Los diez amigos, cada uno por su cuenta, reco­
         con disimulo en los carabineros. ¡Nada! El Cangu­                  rrieron cabizbajos todos los rincones de Villalon­
         ro se había esfumado.                                              go. En la plaza se habían juntado los Mastodontes,
            A las ocho de la noche se tuvo la primera noti­                 que a grandes voces comentaban:
         cia. Un sobre amarillo se deslizó silencioso bajo la                  -¿Qué  les pasará a estos Venaditos que an­
         puerta de la casa de Vicente, el capitán del equipo                dan tan afanados? ¿Se les perdería la mamadera?
         de los Venados. De inmediato este citó a su casa a                 ¡  A  , gu, agu.
                                                                                     ,,
         los diez jugadores restantes y leyó con voz tensa:                    El capitán de los Venados, sin mirarlos, se limi­
            V�:                                                             tó a contestar:
                                                                               -¡No se sientan tan seguros! El que ríe último

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                                                                               Se escuchó la carcajada de los Mastodontes
         dJ fu  la, rk cii. � Jdr. /?(9.1 ,J 'YYW­                          atronar en la plaza.
                a,
         k � 1/Y\  � la, duvw. ¡C\1u ciuv                                      Al día siguiente todos se reunieron en el club
         tvn)                                                               deportivo.  Los diez amigos se turnaban para
                                                                            vigilar la puerta, cuando, a las doce en punto,

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