Page 100 - Trece Casos Misteriosos
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suficientemente inteligente como para escapar, o                     -¡Pobre tipo, a lo mejor lo están torturando y
           algo así -concluyó Vicente.
                                                                             ni sabe cómo se llama! -se estremeció el puntero
              El tercer mensaje llegó atado al cuello de Fido,               izquierdo.
           el perro del zaguero central.
                                                                                -¡Y pobres de nosotros! No veo cómo vamos a
                 _                                                           salir airosos de esto -suspiró el zaguero central.
              -¡Si supieras hablar, Fido! ¡Espero que hayas
           mordido al menos una pierna del que te amarró                        Se quedaron mudos unos instantes. Hasta que
           el mensaje!
                                                                             de pronto Jorge, uno de los laterales, exclamó:
              El perro movía su cola y, por su mirada apaci­
                                                                                -¡Pásenme el mensaje!
           ble, se advertía que no era capaz de atacar ni a su                  Lo  volvió a  leer en voz baja y  con mucha
           propia sombra.
                                                                             atención.
             Esta vez Vicente y los demás se inclinaron sobre                   -¡Ya sé! -gritó-. ¡Descubrí en qué lugar lo
          el mensaje. Esto fue lo que leyeron:
                                                                             tienen! ¡Síganme! Iremos, sin balón de fútbol, a
                                                                             su rescate .
            . ���LlJY��k                                                        El equipo completo de los Venados corrió a

                                                                             las afueras del pueblo y Jorge indicó un lugar, a
          �  �.  �  el  �  �.                                                la distancia, entre los roqueríos. Avanzaron sigi­
          �.  m,e,  �  �  e;n,  wn,  �  Q./¡
                                                                             losos. El zaguero derecho gritó, usando sus dos
          �  �  a,  �  �·
                                                                             manos como bocina:
                                                                                -Si en diez minutos no estamos en el club
                                                                             con Esteban, nuestro capitán enviará a la policía.
            Se produjo un gran silencio. No cabía la menor                   ¡Ríndanse!
         duda: era la letra del Canguro. ¡Pero se resistían                     Hubo unos instantes de tensión. Del lugar no
         a pagar el rescate y reconocer su total sumisión al                 salía ningún ruido.
         chantaje!                                                              -¿No te habrás equivocado, Jorge? -susurró
            -¿Se fijaron en las faltas de ortografía? -pre­                  alguien.
         guntó el capitán-. Parece que se contagió con los                      -No, ¡estoy seguro!
         Mastodontes.                                                           Y tan seguro estaba, que no habían pasado cin­
            -Es seña de su nerviosismo.                                      co minutos, cuando la figura del Canguro aparecía
            -¡Si hasta escribió mal su nombre!                               frente a ellos.






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