Page 35 - Quique Hache Detective
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dijo  que  la casa era una  pensión,  y  antes  de   descubrir el paradero de Cacho Ramírez.  Ella
 que me dejara explicarle, me hizo entrar y me   se quedó congelada y decepcionada; preguntó:
 mostró  las piezas  desocupadas que todavía le   -¿  Periodista?
 quedaban, con una sonrisa de tenedor, que al­  -Sí -respondí sin ganas.  Ella sonrió y
 gún día explicaré en qué consiste. Los dormi­  agregó:
 torios  que  me  ofreció  eran deprimentes:  con   -¿De la tele?
 una cama,  un somier de  fierro,  un velador y   Sin que yo le diera una respuesta se le
 una ampolleta que debía tener 20 watts para   encendió la cara, su voz se hizo más clara, ac­
 no gastar en  electricidad.  Cuando le dije que   tuando como si en verdad yo llevara una cá­
 era imposible leer con ese tipo de ampolleta,   mara escondida en alguna parte.
 la señora dobló los brazos por delante y dijo:   -Viva el Lunes es mi programa preferi­
 -Aquí los pensionistas no leen.  do -dijo-, ahí se conversa, y eso es lo que me
 Después me paseó por el comedor.  En  gusta  a  mí,  conversar,  aunque  no  sea  una  la
 una  mesa  larga  almorzaban  los  pensionistas.   que  conversa.  Eso  sí,  echo  de menos  a  Raúl
 Cuando vieron aparecer a la señora comenza­  Matas.  Raúl Matas se parece tanto a mi abue­
 ron a protestar:   lito  Ramón que se murió en el sur de  Chile,
 -Otra  vez papas  con  mote,  queremos  en un asado, se le atravesó un hueso de chivo
 cazuela.   y ahí  se murió  el  abuelo,  ahogado.  Pero  vol­
 Otro dijo:   viendo a Raúl Matas, un caballero de la televi­
 -Todos los días lo mismo, doña Hilda,  sión, él debería estar animando Viva el Lunes.
 cambie el menú.   Después  de  escuchar  quince  minutos
 La señora otra vez dobló por delante los   sus teorías televisivas, conseguí que me dejara
 brazos y respondió:   pasar a la habitación  de  Cacho.  Estaba en el
 -Se  me  callan,  que  me  espantan  al  segundo piso y era la única que tenía una ven­
 cliente.   tana desde donde se veía un pedazo importan­
 Fue  el  momento  que  aproveché  para   te de cordillera y los condominios lejanos de
 confesarle  que  todavía  no  necesitaba  aloja­  Peñalolén. La señora dijo que Ramírez era un
 miento y que mis verdaderas intenciones eran   buen  pensionista,  no  tenía ni  una  queja  con


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