Page 108 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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AVENTURA TRAS LA PUERTA DE UN ROPERO
Comentario de Ana María Larraín
Con tanto libro mal escrito o torpemente concebido para la inteligencia de un niño, da gusto
encontrarse con una obra como ésta, donde no sólo abunda el encanto de todo un universo
que se abre plena y atractivamente ante la imaginación infantil, sino donde también se
plantea una posibilidad de lectura brillante, lúcida y de profundas implicancias para el
adulto.
Como parte de las Primeras Crónicas de una serie iniciada por el para nosotros
“desconocido” autor inglés contemporáneo C. S. Lewis, las aventuras en el mundo de Narnia
(un mundo maravilloso que se abre repentina y misteriosamente tras la puerta de un ropero
del viejo caserón) se despliegan, en efecto, ante los abismados ojos del lector, impregnadas
de un sentido estético de honda significación ética, y así lo percibe cualquiera que
emprenda, junto a Lucía, el insólito viaje que comienza entre unos abrigos de piel y que
termina, apenas unos "segundos”más tarde, exactamente en el mismo lugar.
¿De qué modo puede ser esto posible? Pues, precisamente, gracias a que todas las leyes
de la naturaleza se alteran más allá de los muros del ropero; al menos las dos coordenadas
fundamentales que rigen la vida humana, vale decir, las del tiempo y el espacio. Ya que si en
un dos por tres los niños van iniciando uno a uno un recorrido que demoraría meses, e
incluso, al final, años, al otro lado de la fantasía, allí donde los hombres se mueven según las
manecillas de un reloj que sí funciona (y hacia adelante, siempre hacia adelante), todo
transcurre en forma pareja, como si nada hubiera ocurrido en el intertanto.
Este lugar "de acá” es, precisamente, la vieja casa del profesor, que se encuentra alejada
de Londres, en el campo —un lugar, como vemos, perfectamente "preciso"—; a ella acuden
los cuatro protagonistas, al parecer hermanos, huyendo de los peligros de una guerra (la
Segunda Guerra Mundial, una época también muy precisa) que se ha ensañado sin distingos
sobre los brumosos cielos de la capital británica. Desde luego, ya en un principio el lector se
da cuenta de que los muchachos han llegado a un sitio bastante extraño, no tanto de
apariencia sino en cuanto a sistema de vida. Esta impresión inicial se ve corroborada de
manera definitiva tras la entrevista del profesor con los desconcertados niños, que no pueden
conformarse con "las alucinaciones” —o la rareza— de su hasta ahora cuerdísima hermana
Lucía, a quien le ha sido dado adentrarse "por casualidad” en los secretos caminos de un
universo desconocido..., pero maravilloso.
¿Y qué es lo que les contesta el maestro? (Habría que copiar sus palabras textuales hoy
en día, pues evidentemente servirían de luz a muchos de los incrédulos que pululan por esta
tierra, llevando a cuestas tanto su falta de fe como una estultez sin límites y una total
carencia de aquella virtud que Sócrates —y primero los filósofos chinos— acuñaron en la
palabra SABIDURIA): Hay únicamente dos posibilidades, les dice el profesor en forma muy
"detectivesca"; una es que Lucía mienta, y otra..., que esté loca. Apliquemos la lógica: ("¿qué
es lo que enseñan, por Dios, en los colegios de ahora?") ¿Ha sido alguna vez ella una
mentirosa? No. Pues bien, agrega él, como fruto de mi vasta experiencia de adulto puedo
decirles que su hermana NO presenta síntoma alguno de locura. De manera que lo mejor,
por el momento, es creerle. Y dejen ya de atormentarla, pues la niña lo que sí evidencia son
signos de un profundo sufrimiento...