Page 104 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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a ser un hombre alto y robusto y un gran guerrero, y era llamado Rey Pedro el
                  Magnífico. Susana se convirtió en una esbelta y agraciada mujer, con un cabello
                  color azabache que caía casi hasta sus pies; los Reyes de los países más allá del
                  mar comenzaron a enviar embajadores para pedir su mano en matrimonio. Era
                  conocida como Reina Susana la Dulce. Edmundo, un hombre más tranquilo y
                  más solemne que su hermano Pedro, era famoso por sus excelentes consejos y
                  juicios. Su nombre fue Rey Edmundo el Justo. En cuanto a Lucía, fue siempre
                  una joven alegre y de pelo dorado. Todos los Príncipes de la vecindad querían
                  que ella fuera su Reina, y su propia gente la llamaba Reina Lucía la Valiente.
                        Así, ellos vivían en medio de una gran alegría, y siempre que recordaban
                  su vida en este mundo era sólo como cuando uno recuerda un sueño.
                        Un año sucedió que Tumnus (que ya era un Fauno de mediana edad y
                  comenzaba a engordar) vino río abajo y  les trajo noticias sobre el Ciervo
                  Blanco, que una vez más había aparecido en los alrededores... el Ciervo Blanco
                  que te concedía tus deseos si lo cazabas. Por eso los dos Reyes y las dos Reinas,
                  junto a los principales miembros de sus cortes, organizaron una cacería con
                  cuernos y jaurías en los Bosques del Oeste para seguir al Ciervo Blanco. No
                  hacía mucho que había comenzado la cacería cuando lo divisaron. Y él los hizo
                  correr a gran velocidad por terrenos ásperos y suaves, a través de valles anchos
                  y angostos, hasta que los caballos de todos los cortesanos quedaron agotados y
                  sólo ellos cuatro pudieron continuar la persecución. Vieron al ciervo entrar en
                  una espesura en la cual sus caballos no podían seguirlo. Entonces el Rey Pedro
                  dijo (porque ellos ahora, después de haber sido durante tanto tiempo reyes y
                  reinas, hablaban en una forma completamente diferente):
                        —Honorables parientes, descendamos  de nuestros caballos y sigamos a
                  esta bestia en la espesura, porque en  toda mi vida yo nunca he cazado una
                  presa más noble.
                        —Señor —dijeron los otros—, aun así permítenos hacerlo.
                        Desmontaron, ataron sus caballos en los árboles y se internaron a pie en el
                  espeso bosque. Y tan pronto como entraron allí, la Reina Susana dijo:
                        —Honorables amigos, aquí hay una gran maravilla. Me parece ver un
                  árbol de hierro.
                        —Señora —dijo el Rey Edmundo—, si usted lo mira con cuidado, verá
                  que es un pilar de hierro con una linterna en lo más alto de él.
                        —¡Válgame Dios, qué extraña treta! —dijo el Rey Pedro—, instalar una
                  linterna aquí en esta espesura donde los árboles están tan juntos y son de tal
                  altura, que si estuviera encendida no daría luz a hombre alguno.
                        —Señor —dijo la Reina Lucía—. Probablemente, cuando este pilar y esta
                  linterna fueron instalados aquí había  árboles pequeños, o pocos, o ninguno.
                  Porque el bosque es joven y el pilar de hierro es viejo.
                        Por algunos momentos permanecieron mirando todo esto. Luego, el Rey
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