Page 102 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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empezado a andar mal. Ahora era de nuevo lo que siempre había sido y podía
                  mirar de frente otra vez. Y allí, en  el campo de batalla, Aslan lo invistió
                  Caballero.
                        —¿Sabrá Edmundo —susurró Lucía a Susana— lo que Aslan hizo por él?
                  ¿Sabrá realmente en qué consistió el acuerdo con la Bruja?
                        —¡Cállate! No. Por supuesto que no —dijo Susana.
                        —¿No debería saberlo? —preguntó Lucía.
                        —¡Oh, no! Seguro que no —dijo Susana—. Sería espantoso para él. Piensa
                  cómo te sentirías tú si fueras él.
                        —De todas maneras creo que debe saberlo —volvió a decir Lucía; pero,
                  en ese momento, las niñas fueron interrumpidas.
                        Esa noche durmieron donde estaban. Cómo Aslan proporcionó comida
                  para ellos, es algo que yo no sé; pero de una manera u otra, cerca de los ocho,
                  todos se encontraron sentados en el pasto ante un gran té. Al día siguiente
                  comenzaron la marcha hacia el oriente, bajando por el lado del gran río. Y al
                  otro día, cerca de la hora del té, llegaron a la desembocadura. El castillo de Cair
                  Paravel, en su pequeña loma, sobresalía. Delante de ellos había arenales, rocas,
                  pequeños charcos de agua salada, algas marinas, el olor del mar y largas millas
                  de olas verde-azuladas, que rompían en la playa por siempre jamás. Y, ¡oh el
                  grito de las gaviotas! ¿Lo han oído ustedes alguna vez? ¿Pueden recordarlo?
                        Esa tarde, después del té, los cuatro niños bajaron de nuevo a la playa y se
                  sacaron sus zapatos y calcetines para sentir la arena entre sus dedos. Pero el día
                  siguiente fue más solemne. Entonces, en el Gran Salón de Cair Paravel —aquel
                  maravilloso salón con techo de marfil,  con la puerta del oeste adornada con
                  plumas de pavo real y la puerta del este que se abre directo en el mar—, en
                  presencia de todos sus amigos y al sonido de las trompetas, Aslan coronó
                  solemnemente a los cuatro niños y los instaló en los cuatro tronos, en medio de
                  gritos ensordecedores:
                        —¡Que viva por muchos años el Rey Pedro! ¡Que viva por muchos años
                  la Reina Susana! ¡Que viva por muchos años el Rey Edmundo! ¡Que viva por
                  muchos años la Reina Lucía!
                        —Una vez rey o reina en Narnia, eres rey o reina para siempre. ¡Seánlo
                  con honor, Hijos de Adán! ¡Seánlo con honor, Hijas de Eva! —dijo Aslan.
                        A través de la puerta del este, que estaba abierta de par en par, llegaron
                  las voces de los tritones y de las sirenas que nadaban cerca del castillo y
                  cantaban en honor de sus nuevos Reyes y Reinas.
                        Los niños sentados en sus tronos, con los cetros en sus manos, otorgaron
                  premios y honores a todos sus amigos: a Tumnus el Fauno, a los Castores, al
                  Gigante Rumblebuffin, a los leopardos, a los buenos centauros, a los buenos
                  enanos y al león. Esa noche hubo un gran festín en Cair Paravel, regocijo, baile,
                  luces de oro, exquisitos vinos... Y como en respuesta a la música que sonaba
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