Page 110 - Alicia en el país de las maravillas
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-Pido perdón a Vuestra Majestad por haber traído es­                  En ese preciso momento, Alicia experimentó una sensa­
           to, pero no había terminado mi té cuando me llamaron.                  ción muy curiosa, que la mantuvo bastante desconcertada
               -Debiera haberlo  terminado  -declaró  el  rey-.                   hasta que no se dio perfecta cuenta de qué se trataba. Esta­
           lCuándo lo empezó?                                                     ba empezando a crecer de nuevo. Pensó primero que debería
               El sombrerero miró a la liebre de marzo, que lo hahía se-
                                                                                  levantarse y salir de la sala, pero luego decidió quedarse mien­
           guido hasta la sala del juicio, trayendo dei brazo al lirón.           tras cupiera dentro de la habitación.
               -Creo que fue el catorce de marzo -dijo.                              -Me gustaría que no me apretaras tanto -dijo el lirón,
               -El quince -rectificó la liebre.                                   que estaba sentado al lado de la muchacha -. Apenas me de­
               -El dieciséis -agregó el lirón.                                    jas respirar.
                -Escriban eso -ordenó el rey al jurado.                              -Pero no puedo evitarlo. Estoy creciendo.
               Todos  los  miembros  escribieron  apresuradamente  las               -No tienes derecho para crecer aquí -arguyó el lirón.
            tres fechas en sus libretas, en seguida las sumaron y las con­           -No  hables  necedades  -contestó  bruscamente  Ali-
            virtieron en pesos y centavos.                                        cia -. También tú estás creciendo.
                -Quítate el sombrero -ordenó el rey al sombrerero.                   -Sí,  pero lo  hago  en  forma  razonable -contestó  el
                -No es mío -contestó el hombre.                                   lirón -, y no de una manera ridícula.
                -iEs robado! -exclamó el rey dirigiéndose al jurado,
                                                                                     Se levantó bruscamente para dirigirse al otro extremo de
            que inmediatamente anotó el hecho.                                    la sala.
                -Todos mis sombreros están a disposición de los clien-               Durante todo este tiempo, la reina no había dejado un
            tes que quieran comprármelos -agregó el sombrerero para               instante de mirar fijamente al sombrerero y, en el preciso mo­
            dar una explicación-. No tengo ninguno que sea de mi pro­            mento en que el lirón atravesó la sala, dijo a uno de los ofi­
            piedad.·Soy un sombrerero.                                           ciales de la corte:
                Aquí la reina se caló los anteojos y empezó a mirar fija y
                                                                                     -Tráeme la lista de los que cantaron en el último con­
            duramente al sombrerero, quien se puso pálido y muy nervio-          cierto.'
                                                                                     Con estas palabras el sombrerero se puso a temblar en tal
            so.  -Haz tu declaración y no te pongas nervioso  -dijo el           forma, que sus zapatos se entrechocaban con el estremeci­
             rey-. En caso contrario, serás ejecutado.                           miento de las piernas.
                Esto no pareció alentar en absoluto al testigo. El hombre
                                                                                     -Haz tu declaración -repitió el rey con enojo -. De
             empezó a dar saltos, primero sobre un pie y luego sobre el          otro modo, se te ejecutará sin considerar si estás nervioso o
             otro, mirando con desesperación a la reina. Luego, en medio         no.
             de su confusión, se comió un gran pedazo de la taza, en vez             -Soy un pobre hombre, Vuestra Majestad -empezó a
             de morder la rebanada de pan con mantequilla.                       decir el sombrerero con voz temblorosa -. Sólo empezaba a


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