Page 109 - Alicia en el país de las maravillas
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complacida al ver que sabía los nombres de casi todas las co­  "iLindo mamarracho serán sus pizarras antes de que ha­
 sas que se veían allí.   ya terminado el juicio!", pensó la muchacha.
 "Ese es el juez -se dijo-. Lo distingo por su gran pelu­  U no de los jurados tenía un lápiz que rechinaba. Esto, na­
 ca."    turalmente, resultaba insoportable para Alicia. Se las arregló
 El juez, para decir verdad, era el propio rey y llevaba su   para quedar detrás de él, y muy pronto encontró la oportuni­
 corona encima de la peluca. No parecía que esto fuera en ab­  dad de quitárselo. Lo hizo con tanta rapidez, que el pobre ju­
 soluto cómodo y, en todo caso, no tenía nada de sentador.   rado (que era nada menos que Guillermito, la lagartija) no
 "Ese tiene que ser el palco del jurado -pensó Alicia -,   pudo darse cuanta de quién le había quitado su lápiz. Así es
 y esas doce criaturas (se veía obligada a llamarlas "criaturas"   que, después de haberlo buscado por todas partes se vio obli­
 porque algunos eran pájaros y otros eran animales) me ima­  gado a escribir con el dedo durante el resto de la tarde, cosa
 gino que son los miembros del jurado."   que resultaba muy inútil, ya que no dejaba ninguna marca en
 Estas últimas palabras las repitió interiormente dos o tres   la pizarra.
 veces, sintiéndose bastante orgullósa con ello, porque, según   -iQue el heraldo lea la acusación! -ordenó el rey.
 pensó con toda razón, eran muy pocas las pequeñas de su   Con esto, el conejo blanco hizo sonar tres veces la trom-
 edad que sabían el significado de todo esto.   peta. Y luego, desenrollando el pergamino, leyó:
 Los doce miembros del jurado estaban muy preocupados
 escribiendo en sus pizarras.   La Reina de Corazón hizo unas tortas
 -lQué hacen? -susurró Alicia al grifo-. Todavía no  un día de verano.
 pueden escribir nada hasta que no empiece el juicio.   Llegó la Sota, las robó,
 -Están anotando sus nombres -repuso el grifo-. Te­  y se largó a buen pasó.
 men olvidarlos antes de qUe se haya terminado el proceso.
 -iQué criaturas tan necias! -exclamó en voz alta, in­  -Dictad vuestro veredicto -dijo el rey al jurado.
 dignada, pero se detuvo rápidamente al ver que el conejo gri­  -'iTodavía no! iTodavía no! -interrumpió apresurada-
 taba:   mente el conejo-. iHay mucho que considerar antes de eso!
 -iSilencio en la sala!  -Llamad al primer testigo -ordenó el rey.
 El rey se caló los anteojos y miró a su alrededor para ver  El conejo blanco hizo sonar tres veces su trompeta, y lue­
 quién hablaba.   go gritó:
 Alicia pudo divisar, mirando por encima del hombro, que   -iEI primer testigo!
 los jurados escribían: "gente necia, necia", y hasta pudo ad­  El primer testigo era el sombrerero. Venía con una taza
 vertir que uno de ellos ni siquiera sabía la ortografía de las   de té en una mano y una rebanada de pan con mantequilla en
 palabras y tuvo que pedir ayuda a su vecino.   la otra.


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