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Cien años de soledad
Gabriel García Márquez
cimientos. Sólo entonces descubrió que Amaranta Úrsula no era su hermana, sino su tía, y que
Francis Drake había asaltado a Riohacha solamente para que ellos pudieran buscarse por los
laberintos más intrincados de la sangre, hasta engendrar el animal mitológico que había de poner
término a la estirpe. Macondo era ya un pavoroso remolino de polvo y escombros centrifugado
por la cólera del huracán bíblico, cuando Aureliano saltó once páginas para no perder el tiempo en
hechos demasiado conocidos, y empezó a descifrar el instante que estaba viviendo, descifrándolo
a medida que lo vivía, profetizándose a sí mismo en el acto de descifrar la última página de los
pergaminos, como si se estuviera viendo en un espejo hablado Entonces dio otro salto para
anticiparse a las predicciones y averiguar la fecha y las circunstancias de su muerte. Sin
embargo, antes de llegar al verso final ya había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto,
pues estaba previsto que la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el viento
y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de
descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para
siempre porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda
oportunidad sobre la tierra.
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