Page 172 - Cien Años de Soledad
P. 172

Cien años de soledad

                                                                                     Gabriel  García Márquez


           cimientos. Sólo  entonces descubrió  que Amaranta Úrsula    no  era su  hermana, sino  su  tía, y que
           Francis  Drake  había asaltado  a Riohacha solamente    para  que  ellos  pudieran buscarse  por  los
           laberintos más intrincados de la sangre, hasta engendrar el animal mitológico que había de poner
           término  a la  estirpe.  Macondo  era ya un pavoroso  remolino  de  polvo  y escombros  centrifugado
           por la cólera del huracán bíblico, cuando Aureliano saltó once páginas para no perder el tiempo en
           hechos demasiado conocidos, y empezó a descifrar el instante que estaba viviendo, descifrándolo
           a medida que lo vivía, profetizándose a sí mismo en el acto de descifrar la última página de los
           pergaminos,   como  si  se  estuviera viendo  en  un espejo  hablado  Entonces  dio  otro  salto  para
           anticiparse a las predicciones y averiguar la     fecha y las circunstancias de    su  muerte. Sin
           embargo, antes de llegar al verso final ya había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto,
           pues estaba previsto que la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el viento
           y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de
           descifrar  los  pergaminos,  y que  todo  lo  escrito  en  ellos  era irrepetible  desde  siempre  y para
           siempre   porque  las  estirpes  condenadas  a cien   años  de  soledad no    tenían una segunda
           oportunidad sobre la tierra.



































































                                                            172
   167   168   169   170   171   172   173   174