Page 12 - Historias de Cronopios y Famas
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La tarea de ablandar el ladrillo todos los días, la tarea
de abrirse paso en la masa pegajosa que se proclama
mundo, cada mañana topar con el paralelepípedo de nom
bre repugnante, con la satisfacción perruna de que todo
c.:stit en su sitio, la misma mujer al lado, los mismos zapa
l'os, el mismo sabor de la misma pasta dentífrica, la misma
tristeza de las casas de enfrente, del sucio tablero de ven
rnnas de tiempo con su letrero «Hotel de Belgique».
Meter la cabeza como un toro desganado contra la
masa transparente en cuyo centro tomamos café con
leche y abrimos el diario para saber lo que ocurrió en
cualquiera de los rincones del ladrillo de cristal. Negar
se a que el acto delicado de girar el picaporte, ese acto
por el cual todo podría transformarse, se cumpla con la
fría eficacia de un reflejo cotidiano. Hasta luego, queri
da. Que te vaya bien.
Apretar una cucharita entre los dedos y sentir su
latido de metal, su advertencia sospechosa. Cómo duele
negar una cucharita, negar una puerta, negar todo lo que
el hábito lame hasta darle suavidad satisfactoria. Tanto
más simple aceptar la fácil solicitud de la cuchara,
emplearla para revolver el café.
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