Page 188 - Hamlet
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CLAUDIO.- Demasiado cierto es... ¡Qué cruelmente ha herido esa reflexión mi
conciencia! El rostro de la meretriz, hermoseada con el arte, no es más feo despojado de los
afeites, que lo es mi delito disimulado en palabras traidoras. ¡Oh! ¡Qué pesada carga me
oprime!
POLONIO.- Ya le siento llegar; señor, conviene retirarnos.
Escena IV
HAMLET, OFELIA
HAMLET.- Existir o no existir, ésta es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del
ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente
de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un
sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra
débil naturaleza?... Este es un término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es
dormir... y tal vez soñar. Sí, y ved aquí el grande obstáculo, porque el considerar que
sueños podrán ocurrir en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este despojo
mortal, es razón harto poderosa para detenernos. Esta es la consideración que hace nuestra
infelicidad tan larga. ¿Quién, si esto no fuese, aguantaría la lentitud de los tribunales, la
insolencia de los empleados, las tropelías que recibe pacífico el mérito de los hombres más
indignos, las angustias de un mal pagado amor, las injurias y quebrantos de la edad, la
violencia de los tiranos, el desprecio de los soberbios? Cuando el que esto sufre, pudiera
procurar su quietud con sólo un puñal. ¿Quién podría tolerar tanta opresión, sudando,
gimiendo bajo el peso de una vida molesta si no fuese que el temor de que existe alguna
cosa más allá de la Muerte (aquel país desconocido de cuyos límites ningún caminante
torna) nos embaraza en dudas y nos hace sufrir los males que nos cercan; antes que ir a
buscar otros de que no tenemos seguro conocimiento? Esta previsión nos hace a todos
cobardes, así la natural tintura del valor se debilita con los barnices pálidos de la prudencia,
las empresas de mayor importancia por esta sola consideración mudan camino, no se
ejecutan y se reducen a designios vanos. Pero... ¡la hermosa Ofelia! Graciosa niña, espero
que mis defectos no serán olvidados en tus oraciones.
OFELIA.- ¿Cómo os habéis sentido, señor, en todos estos días?