Page 189 - Hamlet
P. 189

HAMLET.- Muchas gracias. Bien.

                       OFELIA.- Conservo en mi poder algunas expresiones vuestras, que deseo restituiros
                  mucho tiempo ha, y os pido que ahora las toméis.

                       HAMLET.- No, yo nunca te dí nada.

                       OFELIA.- Bien sabéis, señor, que os digo verdad. Y con ellas me disteis palabras, de tan
                  suave aliento compuestas que aumentaron con extremo su valor, pero ya disipado aquel
                  perfume, recibidlas, que un alma generosa considera como viles los más opulentos dones, si
                  llega a entibiarse el afecto de quien los dio. Vedlos aquí.

                       HAMLET.- ¡Oh! ¡Oh! ¿Eres honesta?

                       OFELIA.- Señor...

                       HAMLET.- ¿Eres hermosa?

                       OFELIA.- ¿Qué pretendéis decir con eso?

                       HAMLET.- Que si eres honesta y hermosa, no debes consentir que tu honestidad trate
                  con tu belleza.

                       OFELIA.- ¿Puede, acaso, tener la hermosura mejor compañera que la honestidad?

                       HAMLET.- Sin duda ninguna. El poder de la hermosura convertirá a la honestidad en
                  una alcahueta, antes que la honestidad logre dar a la hermosura su semejanza. En otro
                  tiempo se tenía esto por una paradoja; pero en la edad presente es cosa probada... Yo te
                  quería antes, Ofelia.

                       OFELIA.- Así me lo dabais a entender.

                       HAMLET.- Y tú no debieras haberme creído, porque nunca puede la virtud ingerirse tan
                  perfectamente en nuestro endurecido tronco, que nos quite aquel resquemor original... Yo
                  no te he querido nunca.

                       OFELIA.- Muy engañada estuve.

                       HAMLET.- Mira, vete a un convento, ¿para qué te has de exponer a ser madre de hijos
                  pecadores? Yo soy medianamente bueno; pero al considerar algunas cosas de que puedo
                  acusarme, sería mejor que mi madre no me hubiese parido. Yo soy muy soberbio,
                  vengativo, ambicioso; con más pecados sobre mi cabeza que pensamientos para explicarlos,
                  fantasía para darles forma, ni tiempo para llevarlos a ejecución. ¿A qué fin los miserables
                  como yo han de existir arrastrados entre el cielo y la tierra? Todos somos insignes
                  malvados; no creas a ninguno de nosotros, vete, vete a un convento... ¿En dónde está tu
                  padre?
   184   185   186   187   188   189   190   191   192   193   194