Page 83 - Socorro_12_cuentos_para_caerse_de_miedo
P. 83

*  OJALÁ  TOMEN  EN  CONSIDERACIÓN  LAS  PALABRAS  DE  UNA
                  NIÑA... Y LAS DE ALGUIEN AL QUE SUPUSIERON UN NIÑO...

                  *PÁGINA 10*
                  *  ¿SABE,  ZELDA?  EN  ESTE  ÚLTIMO  CHIP  QUE  ESTOY  USANDO
                  ENCUENTRO  —COMO  EN  ALGUNOS  DE  LOS  ANTERIORES  QUE  ME
                  TOCÓ USAR DURANTE LAS SEMANA QUE COMPARTIMOS— CIERTOS
                  IMPULSOS         PARA       LA     MANIFESTACIÓN            DE     SENSACIONES
                  SEMEJANTES A LAS DE LOS HOMBRES.
                  EL  SENTIRME  APEGADO  A  USTED  —POR  EJEMPLO—;  EL
                  EXPERIMENTAR  ALGO  EXTRAÑO  Y  QUE  PODRÍA  DENOMINARSE
                  "ANGUSTIA"  AL  SABER  QUE  DEBEREMOS  SEPARARNOS  PARA
                  SIEMPRE;  EL  TENER  LA  NECESIDAD  DE  DECIRLE  QUE  NUNCA
                  HUBIERA INVENTADO UN ENGENDRO COMO YO, DE HABER TENIDO
                  EL PRIVILEGIO DE LA VIDA, DE HABER SIDO YO UN SER HUMANO
                  COMO  TODOS  LOS  QUE  ME  FUE  DADO  CONOCER  EN  ESTE
                  BREVÍSIMO PERÍODO DE MI EXISTENCIA ARTIFICIAL.
                  * SE ME ACABA LA ENERGÍA DISPONIBLE PARA ESTA ESCRITURA.
                  ADIÓS, ZELDA. ZELDA. ZELDA.
                  JARPO/MODELO XVZ—91


                         Esa jornada escolar concluye como tantas otras.
                         La única diferencia es que —antes de bajar del bus que lo regresa a su
                  domicilio— Jarpo se da vuelta y busca la mirada de Zelda. Ella le guiña un ojo.
                  Con ese gesto quiere recordarle que sí, que ya encontró su carta y que recién va a
                  abrirla al mediodía siguiente, tal como le solicitó. Jarpo se demora un poco en el
                  estribo,  sosteniendo  la  mirada  de  su  amiga  hasta  que  la  voz  del  conductor  le
                  indica que se baje de una buena vez.
                         Desciende —entonces— y se queda parado en la vereda de su residencia,
                  con  la  vista  clavada  en  la  ventanilla  desde  donde  le  sonríe  la  carita  de  Zelda,
                  hasta que el transporte escolar parte.
                         Esa noche, Zelda resiste —a duras penas— la tentación de abrir el sobre
                  con el mensaje secreto. Lo coloca adentro de la funda de su almohada.
                         Le cuesta dormirse, intrigada como está por el contenido de esa carta
                         —¿Se habrá Jarpo decidido a decirme que somos novios? Seguro que sí,
                  que de eso se trata. ¡Qué emoción!
                         Finalmente, se queda dormida alrededor de la una de la madrugada.
                         Cuando la mamá la despierta —para ir a la escuela—no soporta más la
                  curiosidad: abre el sobre antes de ir a tomar el desayuno.
                         Desde la cocina, la madre la llama varias veces:
                         —¡Se te hace tarde, nena! ¡La leche se enfría! ¡Zelda, a desayunar! ¿Qué
                  estás haciendo?, ¡Vas a perder el micro!
                         De  rodillas  en  su  cama  —desconcertada  tras  haber  abierto  el  sobre—
                  Zelda mira —repetidamente— diez hojas de block totalmente en blanco.
                         —¿Qué significa ésto? ¿Por qué?




                                                           83
   78   79   80   81   82   83   84   85   86