Page 140 - Trece Casos Misteriosos
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chispeantes y lleno de vida. No titubeó para sentar­                    Cuando el jardinero cerró la puerta, el inspector
             se en la silla y se acomodó con una amplia sonrisa.                  miró a Carlos Olavarría con una semisonrisa y las
                -¿Trabajó ayer todo el día en esta casa? -co­                     cejas levantadas.
             menzó Soto.                                                             -El caso ha sido fácil. Recuperará su pieza de
                                                                                                                              1
                -Como todos los lunes y martes, mi caballero:                     marfil. ¿Se dio cuenta, usted también, de cuál era
             solamente en la mañana.                                              el ladrón?
                -¿ Y en qué consiste su trabajo? -el inspector                       El dueño de casa negó con aire desconcertado.
             dobló ahora el enorme pabellón de su oreja, en for­                     -Trate de recordar lo que dijo cada uno de sus
             ma distraída. El jardinero enumeró, contando con                     empleados y verá que algo no calza en una de las
             los dedos:                                                           versiones -le dijo Soto, cogiendo del cenicero de
                -Podar los rosales, remover la tierra de la                       cristal un caramelo de menta.
             jardinera, cortar el pasto, desmalezar, emparejar                       Cuando Olavarría, luego de unos instantes de
             los setos, barrer la terraza. ¡Trabajo no le falta a                 meditación, dijo un nombre, el inspector Heliberto
             uno aquí, pues!                                                      Soto respondió:
                -¿Entró en la casa?                                                 -¡Eso era!
                -Al baño de José no más, a cambiarme ropa.                          Entonces el coleccionista, suspirando, murmuró
                -¿Y a qué hora se fue?                                            para sí:
                -A la una. Los lunes en la tarde trabajo en                         -¡Volverás a mí, Ya-Lu-Ting!
             Vitacura y almuerzo allá.
                --0 sea, en ningún momento entró en la casa.                        ¿Podrías tú, lector, luego de analizar las ver­
                -¿No le dije ya? ¡Y menos iba a entrar sabiendo                  siones de los tres sospechosos, encontrar también
             que el patrón no venía a almorzar! Cualquier cosa                   al ladrón?
             que pase, le echan la culpa a uno.
                -¿Conocía usted, Jacinto, la pagoda de marfil
             que se robaron? -preguntó el inspector.
                -No, señor, yo no entiendo de cosas finas; solo
             entiendo de plantas.
                --0 sea, no la había visto nunca.
                -Usted lo ha dicho, mi caballero.
                -Está bien, Jacinto Flores, puede retirarse
             -terminó el inspector Soto.



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