Page 162 - Quique Hache Detective
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las  medallas,  la  señora  Gallardo  fingió  una
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                                                                                quero  para aceptar  las entrevistas  que  le pe­
                                                                                dían los reporteros.  Declaró que sería ése su
                                                                                último partido, su futuro ahora era ser entre­
                                                                                nador de jugadores de divisiones inferiores en
                                                                                su  pueblo  natal.  Se  iría  de Santiago  porque
                                                                                prefería una vida sin complicaciones.  Se lle­
                                                                                vaba  el  mejor  recuerdo  de  Ferro  Quilín,  de
                                                                                don Cherno y del entrenador Homero Gavi­
                                                                                lán.  Aprovechó  además  los micrófonos  para
                                                                                invitar  a  una  conferencia  de prensa  después
                                                                                de la ducha.  La señora Gallardo escuchó des­
                                                                                de arriba las palabras del arquero y su sonrisa
                                                                                dibujada con fuerza,  se  fue derritiendo corno
                                                                                mantequilla  caliente.  Se  levantó  con  dificul­
                                                                                tad  de  su  sillón  especial.  La cara  le  hervía  y
                                                                                echaba el aire por la nariz, como un caballo de
                                                                                carrera.  En  ese  momento,  Gertrudis,  el  sar­
                                                                                gento Suazo y varios carabineros la rodearon:
                                                                                       -¿Qué significa esto? -preguntó.
                                                                                       El sargento le sonrió con amabilidad y
                                                                               le respondió:
                                                                                       -Tiene que acompañarnos a la comisa­
                                                                                ría,  hay una denuncia en su contra por el se­
                                                                                cuestro de dos menores.
                                                                                       Los  carabineros  la  hicieron  bajar  por
                                                                                las escaleras.  Esa fue la última vez que vi a la


                                                                                                       163
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