Page 83 - Julito Cabello, los zombis enamorados
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sino Godot que justo iba pasando y escu­  hermano,  estaba igual:  mirando al techo
 chó).   y suspirando.
 -Julito,  ¡dime  que  no invitaste  a  la  ¿Zombificación en el hogar?
 Andrea al baile!   Lo entendí de inmediato cuando vi un
 -No hay problema: no invité a la An­  sobre abierto arriba de  la mesa. Era una
 drea al baile.   carta del sur y el remitente era el flamante
 -Pero es mentira.  y reciente marido de la Cleme, don Esco­
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 -No, no es mentira, porque ella fue la  lástico López.
 que me invitó.   Esa era la razón de tanta hiperventila­
 -¿Una mujer te invitó?  ción: una carta de amor.
 -¿Tienes  algún  problema  con  eso,   Eso  era lo  que pasaba  con la Cleme,
 Godot?   pero ¿y Beltrán?
 -Me parece raro.  Justo en ese instante entró mi papá a
 -En  eso  estamos  de  acuerdo.  A  mí  escena, muy apurado porque se iba a criti­
 también.  Bueno, chao.   car un restaurante ( uno mexicano que se
 Por suerte era hora de irse,  porque no   llama El Chapulín Colorado). Me hizo un
 tenía  ganas  de  andar  respondiendo  los   cariño rápido en la cabeza y otro también
 cuestionarios  de  nadie.  Y  menos  de  Se­  a Beltrán, mientras le decía:
 púlveda.   -No te preocupes, mi amor, mañana
 Ah, la paz del hogar.   verás de nuevo a la tía del jardín que tan­
 Y sí, el hogar estaba muy apacible, pero   to te gustó.
 algo olía mal.   Y  allí  mi  hermanito  soltó  un  suspiro
 La Cleme estaba cociendo brócoli, cla­  tipo gaita que respondió a mi pregunta.
 ro que había algo más en el ambiente. Era   Bienvenidos a Lelolandia.
 un  silencio  algo  nervioso  en  la  cocina.
 Primero,  la  Cleme  como  que  miraba  al
 techo mientras  revolvía la olla  y soltaba
 unos suspiros  sibilantes.  Y lo otro es que
 Beltrán,  el  hamster  reencarnado  en  mi
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