Page 11 - El vampiro vegetariano
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El señor Lucarda era el nuevo vecino de la —Tu madre me ha dicho que no te deje
planta baja. Alto, delgado, de unos cuarenta años, desvalijar la nevera -le recordó Lucía siguiéndolo
vivía solo, siempre vestía de negro y nunca hacia la cocina.
hablaba con nadie. Sus ojos oscuros y penetrantes -—Solo voy a comer algo, un pequeño ten-
parecían escrutar los pensamientos de la gente, y tempié -replicó Tomás.
Tomás estaba convencido de «pie era un asesino —Además, te conviene adelgazar, pues cuanto
de niños. más gordito estés, más se fijará en ti el señor
—¡Serás miedica! -se burló ella-. ¿Cómo puedes
Lucarda.
tenerle miedo al pobre señor Lucarda?
—¡Aaaaah, maldita! -gritó él-. ¡Tenías que
—¿Pobre, has dicho? ¡Pobre del que caiga en fastidiarme el tentempié!
sus manos! Si te hubiera mirado a ti como me miró
a mí el otro día... Seguro que es uno de esos
sacamantecas que hacen ungüentos mágicos con la
grasa de los niños.
—Claro, por eso se ha fijado en ti. Con tu grasa
podría hacer al menos cien tarros de ungüento.
Sin llegar a ser un niño obeso, a Tomás le
sobraban unos cuantos kilos.
—Sí, tú ríete y verás lo que te pasa como no
tomes precauciones -le advirtió él-. Menos mal que
vive en la planta baja y no puedo coincidir en el
ascensor con ese chupóptero... No quiero pensar
más en eso; voy a ver si me distraigo comiendo
algo.
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