Page 32 - Zana y Orejón
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después se seguiría preguntando por
           qué s'e quedó ahí, por qué esa noche
           arriesgó la vida y ,  en vez de huir, se
           quedó junto a ese conejo.
              De  puntillas,  se  aproximó  hasta

           que estuvo muy cerca, lo miró dete,
           nidamente. Nada indicaba si estaba
       30  vivo o muerto. Al fin se  decidió a
           comprobarlo.                                                 Pero sucedió ...
              Con  mucho  cuidado,  apoyó  su                           Capítulo V
           cabeza en el pecho del conejo.  Se

           sonrió, suspirando aliviada.
              -Está vivo -dijo con voz suave.
           Volvió a poner su cabeza sobre el pe,
           cho del conejo. Esta vez, los latidos
           del corazón le parecieron di vertidos
           y sintió en su mejilla el calor del pe,                      Orejón dio un salto de asom­
           cho de Orejón.                                            bro  al  descubrir  a  una  zanahoria
              -No  se  ve  tan  malo  -pensó.                        recostada sobre su pecho ...

                      .
           -Pobre . .  parece  una  almohada                           Zana  rodó -dando  tumbos,  que,
           con orejas.                                               dando frente a frente con un conejo
              Dio  un  par  de  vueltas  en  torno                   que se había incorporado y  que la
           al conejo, hasta que guiada por una                       miraba a los ojos casi tocándola con
           fuerza  invisible se acercó a  él para                    su nanz.
           sentir,  una  vez  más,  el calor de su                      En  ese  momento,  Orejón  sintió

           pecho  en  la  mejilla...  Así  estaba                    que le dolía la cabeza, se tocó entre las
           cuando de pronto, el conejo abrió                         orejas y sintió que tenía un chichón.
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           sus ojos.                                                    -No  fui  yo,  fue  la  papa -dijo
                                                                     Zana, blanca de susto.
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