Page 3 - Papelucho - 3° - Julio
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mejor que te confesaras.
                        Me miró con cara de lagartija y me preguntó:

                        —¿Por qué cree que me voy a morir?
                        —Porque la muerte viene cuando menos se piensa —le contesté y
                  me encerré en mi cuarto a pensar. Pensé que tal vez sería bueno que
                  ella tomara un purgante, pero después pensé que sería peor. Pensé que

                  debería decirle lo que le pasaba y pensé después que a lo peor se moría
                  del corazón. Porque no hay seguridad de que se muera del veneno.
                        Es claro que, si se muere, yo  deberé entregarme a la policía. Le
                  escribiré una carta a mis padres  y después me entregaré y cuando

                  cumpla mi condena ya no seré culpable.
                        En la cárcel puedo estudiar para ser inventor, porque tendré toda
                  mi vida libre para eso. Y, tal vez, cuando invente lo que habré de
                  inventar, me absuelvan y todo.

                        Este pensamiento me pone más tranquilo. Pero lo terrible es estar
                  esperando que suceda la muerte. Es decir, que a  ratos me dan ganas
                  que se muera pronto para arreglar mis cosas de una vez.
                        A la hora del té, la encontré pálida y sentí frío en el estómago. Le

                  pregunté qué tenía y ella soltó la risa.
                        —Parece que usté se está enfermando de la cabeza —me dijo—. A
                  cada rato me pregunta unas cosas... Y me mira con unos ojos... —y se
                  rió otra vez. Es una suerte que la Domitila no tenga hijos y ella dice que

                  no le hará falta a nadie. Eso es muy tranquilizador.
                        Ahora se me quiere ocurrir que no es cierto que se haya comido el
                  sandwich y que me ha engañado. Quiero pensar que, como es tan
                  mentirosa, me ha mentido otra vez. Con este pensamiento creo que

                  podré dormir.
                                                                                                Enero 1
                        La Domitila todavía no se ha muerto. Yo hice una promesa para que
                  no se muriera y prometí ser santo. Hoy regalé todas mis cosas, porque

                  para ser santo es necesario regalarlo todo. Todo, menos mi pelota de
                  fútbol, mi escopeta, mi revólver y otras cosas que necesito. Yo no me
                  creo santo porque los santos nunca se creen que lo son. Me gustaría que
                  Javier también fuera santo y me regalara su raqueta. Cuando yo sea

                  santo, voy a hacer verdaderos milagros y que los pobres tengan aviones
                  y cosas por el estilo.



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