Page 2 - Papelucho - 3° - Julio
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Lo que sucede es terrible. Muy terrible y  anoche me
                                        he pasado la noche sin dormir pensando en esto. Es

                                        de aquellas cosas que no se pueden contar porque no
                                        salen por la boca. Y yo sé que mientras no la haya
                                        contado no podré dormir. Le pregunté a la Domitila
                                        qué hacía ella cuando tema un secreto terrible. -Se lo

                                        cuento a otra -me contesto. -Pero, ¿si es algo que no
                                        se puede contar a nadie?
                                              —Entonces lo escribo en una carta.
                        —Tú no entiendes nada —le dije—. Es algo que no puede saberlo

                  nadie.
                        —Entonces, escríbaselo a nadie —me dijo, y soltó la risa. Otra vez
                  es de noche y ya debería estar durmiendo. Pensando en lo que dijo la
                  Domitila, he decidido escribirle a "nadie", como ella dice, y que es lo que

                  otros llaman su "diario". Cuando esté escrito, me habré librado de seguir
                  pensando.
                        Yo tenía en mi laboratorio un frasco con un invento. Era hecho de
                  muchas cosas y, entre otras, tenía  dos cajas de cabezas de fósforos,

                  Rinso, miel de abeja, un poco de aceite, crema para la cara y pólvora.
                  La idea mía era ver lo que resultaba y por eso hice con él un sándwich
                  para algún ratón goloso.
                        Lo dejé sobre mi velador, pero cuando volví, no estaba. Y la

                                                              Domitila me dijo que se lo había
                                                              comido. Naturalmente que a ella no
                                                              podía     decirle     yo    que     estaba
                                                              envenenada. Pero le pregunté qué

                                                              haría si supiera que se iba a morir.
                                                                   —Me daría una vuelta de
                                                              carnero —dijo— porque la muerte es
                                                              la felicidad del pobre.

                                                                   —¿Y qué otra cosa más harías?
                                                                   —Me daría una fiesta y gastaría
                                                              mil pesos en comer...
                                                                   —Toma —le dije—. Te doy lo de

                                                              mi alcancía (treinta y dos pesos)
                                                              Cómete algo bueno, pero sería



                                                                                                         2
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