Page 235 - El ingenioso caso de don Quijote de la Mancha
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-Ten aquí, Sancho, hijo, ayúdame a desnudar, que quiero ver si soy el caballero que aquel sabio rey

                  dejó profetizado.

                  -Pues ¿para qué quiere vuestra merced desnudarse? -dijo Dorotea.


                  -Para ver si tengo ese lunar que vuestro padre dijo -respondió don Quijote.

                  -No hay para qué desnudarse -dijo Sancho-; que yo sé que tiene vuestra merced un lunar desas

                  señas en la mitad del espinazo, que es señal de ser hombre fuerte.


                  -Eso basta -dijo Dorotea-; porque con los amigos no se ha de mirar en pocas cosas y que esté en el
                  hombro, o que esté en el espinazo, importa poco: basta que haya lunar, y esté donde estuviere, pues

                  todo es una mesma carne; y, sin duda, acertó mi buen padre en todo, y yo he acertado en

                  encomendarme al señor don Quijote; que él es por quien mi padre dijo, pues las señales del rostro

                  vienen con las de la buena fama que este caballero tiene, no sólo en España, pero en toda la Mancha,

                  pues apenas me hube desembarcado en Osuna, cuando oí decir tantas hazañas suyas, que luego me

                  dio el alma que era el mesmo que venía a buscar.

                  -Pues ¿cómo se desembarcó vuestra merced en Osuna, señora mía -preguntó don Quijote-, si no es

                  puerto de mar?

                  Mas antes que Dorotea respondiese, tomó el cura la mano, y dijo:


                  -Debe de querer decir la señora princesa que después que desembarcó en Málaga, la primera parte

                  donde oyó nuevas de vuestra merced fue en Osuna.

                  -Eso quise decir -dijo Dorotea.


                  -Y esto lleva camino -dijo el cura-; y prosiga vuestra Majestad adelante.

                  -No hay que proseguir -respondió Dorotea-, sino que, finalmente, mi suerte ha sido tan buena en

                  hallar al señor don Quijote, que ya me cuento y tengo por reina y señora de todo mi reino, pues él,

                  por su cortesía y magnificencia, me ha prometido el don de irse conmigo dondequiera que yo le

                  llevare, que no será a otra parte que a ponerle delante de Pandafilando de la Fosca Vista, para que le
                  mate, y me restituya lo que tan contra razón me tiene usurpado; que todo esto ha de suceder a pedir



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